¿Qué leer en el Día de la Madre?

Madre no hay más que una, se suele decir para aludir al cariño inmenso que ellas depositan en sus hijos, un amor puro y sin condiciones. Pero, madres existen tantas como mujeres, y en esa variedad reside también su poder.

La literatura ha sido durante mucho tiempo un campo vedado a las mujeres, y por eso ellas aparecían como meros objetos del deseo masculino, o en algunas ocasiones como personajes secundarios que daban el contrapunto a una historia casi siempre predominantemente patriarcal. Pero también hubo y hay excepciones muy necesarias, propuestas en las que las mujeres, y por extensión las madres, tienen un papel proactivo, e incluso son homenajeadas.

Sumergidos como estamos en un mundo en el que decir «te quiero» continúa siendo un reto, y más a nuestras madres, os propongo una serie de lecturas que, desde diversos puntos de vista, nos hablan de ellas. Como podréis imaginar, es una lista que nace de la experiencia lectora propia y a la que, me gustaría seguir añadiendo títulos, así que os animo a recomendarme más.

  • Un amor, de Alejandro Palomas: te hará saltar el corazón, con él renovarás sensaciones y sentirás que la vida puede ser dura, pero que son las personas las que la hacen maravillosa a veces. Y eso no está mal que se recuerde de vez en cuando. Y sí, es un homenaje claro a la figura de esas madres que siempre están sin esperar nada a cambio.
  • Saga Dos Amigas, de Elena Ferrante: a través de estas cuatro novelas iremos descubriendo las diversas fases de la amistad entre dos mujeres, desde la infancia hasta la edad adulta, además de sus sueños, sus tragedias y sus relaciones con el mundo, a veces amable y otras, hostil.
  • Eva Luna, de Isabel Allende: una niña que se queda huérfana muy pequeña, pasa diferentes momentos de su vida con diversas personas que van forjando sus creencias sobre el mundo y el descubrimiento de las sensaciones sexuales y amorosas. En este sentido, la evolución que experimenta el personaje va pegada a la trayectoria vital de cualquier ser humano, aspecto que la autora sabe retratar a la perfección, al tiempo que impregna la novela de una imponente sensación de magia.
  • Apegos feroces, de Vivian Gornick: narra recuerdos de la autora, una mujer en la madurez que camina por las calles de Manhattan con su madre ya anciana, con la que recuerda los momentos vividos, los problemas, las tensiones y, sobre todo, lo que supone ser mujer en un mundo que sigue siendo eminentemente de hombres.
  • Las mujeres que leen son peligrosas, de Stefan Bollman: reúne una serie de cuadros que, desde la Edad Media, fueron mostrando a la figura femenina leyendo o con un libro en sus manos. Sin duda, la lectura ha sido desde el comienzo de los tiempos un método para lograr la libertad.
  • Yo misma, supongo, de Natalia Carrero: como argumento principal bajo el que se engendra la novela, está la concepción de la vida familiar como una trampa, y al mismo tiempo, la mujer debe encontrar momentos que le permitan desarrollar las capacidades que la definen como persona. Una dualidad que se debe ir capeando poco a poco, y en la que se advierte que es una cuestión de género, pues casi nunca los hombres tienen estos debates internos.
  • El libro de mi madre, de Albert Cohen: llora a la madre, pero también a esa infancia y juventud del autor, el cual se busca en los recuerdos, sabiendo que nada volverá. Le da vueltas a la pluma y se pregunta continuamente si el ejercicio de la escritura servirá para algo. Al final saca la conclusión de que estas palabras servirán para que los que las leamos comencemos a darnos cuenta de que el amor de la madre es inigualable, ya que ninguno será tan incondicional.
  • La voz dormida, de Dulce Chacón: Las cuatro protagonistas vienen a ser las tantas mujeres que pasaron por ese tiempo no siendo más nada que un nombre en un fichero. Pero Dulce Chacón ve amor en cada una de ellas. Elvira, la niñita que disfruta cuando Reme, la murciana, le hace sus trenzas en su bonito pelo rojizo. Tomasa, la de piel cetrina que se niega a subyugarse en la cárcel a las órdenes de sus “superiores”. Y Hortensia, la miliciana luchadora que morirá después de dar a luz a su niña, a la que su hermana Pepita llamará Tensi.
  • Las chicas de campo, de Edna O Brien: es una historia de descubrimientos con la que me sentí muy identificada. Temas tan controvertidos en la época como el sexo, el amor, el tabaco, la liberación y la independencia hacen de este libro un importante testimonio de esos años en los que la religión era un yugo que ataba las ensoñaciones de los más atrevidos. En este sentido, la escritora rompe con el momento y se atreve con lo prohibido.
  • Nuestra casa en el árbol, de Lea Vélez: es una propuesta que debería ser de obligada lectura en las escuelas y en esos sectores que siguen defendiendo una educación basada en la autoridad y en la repetición sinsentido. Además de las referencias que existen al mundo educativo, hay que destacar las múltiples anécdotas que nacen de la incesante curiosidad infantil y que nos harán sonreír continuamente. Y es que, en la huida al bucólico pueblo de Hamble-le-Rice, la madre se va dando cuenta de que a los niños hay que permitirle ser niños y encontrar su lugar en el mundo.
  • Na casa da avoa, de Marta Dacosta (en galego): nesta casa da avoa atopamos as primeiras mulleres que soportaron sobre os seus lombos as durezas das vidas de loita e sacrificio, que foron protagonistas do que hoxe somos, mais ás que ninguén homenaxeou antes. A historia xa non poden seguir escribíndoa somentes os homes, senón que as mulleres xogan un papel vital, protagonista. Así foi dende sempre, ata que agora comezan a agromar as nosas voces.
  • Sapos e sereas, de Ana Cabaleiro (en galego): un exercicio de descrer e volver crer, unha proposta literaria valente, unha voz que non agocha a loita e que non dubida en empregar as palabras para reinventar o que somos e o que desde tempos inmemoriais nos fixeron ser. Porque, aínda que dende ben pequenos nos conten lendas tradicionais que semellan intocables, o certo é que está na nosa man poñer a andar a nosa capacidade crítica para tentar ver se realmente todo ten unha única versión.

Escrito por

Graduada en periodismo y enamorada de la lectura y la cultura. Porque leer nos hace mejores personas.

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