Ávida como está la sociedad de opiniones femeninas, hace unos meses asistí a un foro en Pontevedra (Galicia), titulado “Las mujeres que opinan son peligrosas”, en donde pude empaparme de la voz de tantas mujeres que opinan y que, a día de hoy, todavía son invisibilizadas. Coordinaban este proyecto dos periodistas, Diana López Varela y Susana Pedreira, ambas con una clara conciencia de que necesitamos que las mujeres expliquemos el mundo porque somos más de la mitad de la población.
De ahí surgió en mí unas ganas inmensas de seguir profundizando en el movimiento feminista y de conocer voces como la de Diana, autora del libro No es país para coños, articulista, guionista y una de las mujeres actuales que más están consiguiendo para llevar el feminismo a todo el mundo, incluso a los más jóvenes. Este logro es posible gracias a su lenguaje cómico y accesible, cuya filosofía es pasárselo bien mientras se aprende.
Pregunta (P): ¿Qué te llevó a publicar un día ese artículo titulado “Tu coño” en un blog que tuvo tanta repercusión?
La necesidad de gritar mi ira ante la posible implantación de la ley más restrictiva con respecto al aborto en España desde que existe la democracia. No podía callarme la indignación de que a las mujeres se nos considerase menores de edad y se nos juzgase por nuestra decisión de no querer ser madres.
(P): ¿Cómo surge la obra de teatro No es país para coños y posteriormente un libro con el mismo título?
La obra surge porque la actriz viguesa Arantxa Figueroa Treus se pone en contacto conmigo después de coincidir en un evento que ella presentaba. Días después de aquel encuentro en el que hubo muy buena conexión (se encargó de beberse conmigo los gin tonics antes de mi primera charla en un auditorio), Arantxa me pidió que escribiese algo para ella y un par de colegas más. Ese “algo” lo fuimos definiendo y decidimos que fuese una obra de teatro más corta de lo habitual (40 minutos) con atrezzo mínimo y disponibilidad de representarse en casi cualquier lugar. Con esas “restricciones” creativas se me ocurrió la idea de la sala de espera del ginecólogo en que tres mujeres desconocidas se encuentran y hablan sobre anticoncepción, embarazos, sexo y amor. El título vino por inspiración divina y era demasiado bueno para no utilizarlo también para el libro, aunque no tienen nada que ver. Siempre lo digo: la obra de teatro es ficción pura y el libro es un ensayo con toques autobiográficos.
(P): ¿Desde cuándo te defines como feminista? ¿Existe un momento concreto?
Voy a utilizar una palabra odiosa. Me pusieron la “etiqueta” -he aquí la palabra odiosa- mis haters después de publicar “Mi Coño”. Les pareció un texto tan radical que usaron feminista y todos sus derivados despectivos como “feminazi” para descalificarme. Antes de diciembre de 2013 yo no me consideraba feminista porque no sabía muy bien de qué iba todo esto. Es decir, me vi dando lecciones de feminismo sin tener ni pajorela idea del movimiento emancipador más importante para la historia de las mujeres. Fue una llegada por la puerta grande. Eso sí, enseguida me puse las pilas y abracé el feminismo radical del que soy fiel defensora e intenté aplicar la perspectiva de género en todos mis textos.
(P): Además de tu labor profesional como guionista, escribes semanalmente en ElNacional.cat y El Diario de Pontevedra. ¿Cómo surge en ti la llama creativa?
Escribir es para mí algo orgánico. Desde niña he escrito diarios personales, redacciones, muchísimas cartas… esa llama siempre ha estado ahí. Estudié periodismo y me especialicé en guion de televisión y ficción con dos másteres (reales). Mi trabajo, salvo un par de años en una empresa familiar, siempre ha estado vinculado a la escritura.
(P): Recientemente coordinaste en Pontevedra, junto a la periodista Susana Pedreira, el encuentro “Las mujeres que opinan son peligrosas”. ¿Cuál ha sido el resultado de esta iniciativa tan interesante? ¿Habrá una segunda edición?
El resultado fue abrumador, por encima de nuestras expectativas que ya eran altas porque apostamos fuerte en cuanto a la elección de ponentes. La acogida fue espectacular tanto por parte de las periodistas que participamos, como del público de Pontevedra que llenó el teatro los dos días, y de todo el público que nos siguió en el resto de España vía streaming. Sabíamos que era necesario vindicar a las mujeres que ejercen la opinión en España, ya que de momento sólo son el 20 por ciento, pero lo que no sabíamos es que la gente tuviese tantas ganas de escucharlas.
El binomio con Susana fue estupendo. Ella es una gran periodista con muchísima experiencia en radio y una de las mejores profesionales que conozco, la idea que teníamos de esto era la misma. Además tuvimos la suerte de contar con el apoyo económico y moral de las administraciones locales. Especialmente importante fue la promoción de la Deputación de Pontevedra, presidida por Carmela Silva. Así que sí: habrá segunda edición, seguro.
(P): Realmente las mujeres somos peligrosas cuando leemos, cuando escribimos, cuando opinamos, ¿no se supone que ya habíamos logrado la igualdad? (ironía)
Somos peligrosas porque cuando las mujeres opinamos lo hacemos casi inevitablemente desde la perspectiva de género, y hablamos de temas que todavía escuecen porque reflejan la profunda desigualdad social: brecha salarial, conciliación y manadas, por ejemplo.
(P): En tu libro hablas de feminismo con mucho humor, ¿es una técnica para lograr llegar a otros públicos y de llegar a los más jóvenes?
Jóvenes y no jóvenes. Siempre se ha dicho que la letra con sangre entra pero a mí me entra mucho mejor si puedo pasar un rato agradable y empatizar mientras aprendo. Además, no puedo evitarlo, me encanta la comedia, soy una cómica frustrada con miedo escénico: ¡sólo me queda escribir usando el humor!
(P): Tocas en él muchos palos del feminismo, como puede ser el más académico con otros más del día a día, ¿por qué esta estructura?
Me pudo mi parte periodística. No puedo con las críticas que atacan por “indocumentada” y en ese sentido el libro está lleno de datos rigurosos en los que se basan mis afirmaciones. Pero quería que fuese una lectura divertida y que enganchase, como a mí me habían enganchado Caitlyn Moran o Lena Dunhan; de ahí los ejemplos cotidianos –y desternillantes- de lo que puede significar ser mujer.
(P): Al final terminas con un puñado de consejos para ser un poco más feminista (y feliz). ¿Funcionan?
Claro que funcionan. El feminismo nos salvará, estoy segura.
(P): ¿Has dado con la clave para lidiar con el patriarcado y con esos micromachismos del día a día?
Vuelvo a apelar al humor. Vivo indignada pero tengo una gran capacidad para burlarme de este tipo de comportamientos y dejar en evidencia al machirulo de turno.
(P): ¿Qué opinas de la oleada de publicaciones que se están dando en torno al feminismo?
No recuerdo quién lo dijo pero las mujeres llevamos tanto tiempo invisibilizadas en la cultura y en la agenda mediática que tenemos que hablar, hablar y hablar, hasta que no quede nada más que decir. Llevamos siglos siendo contadas por otros. Ninguna publicación está de más. Y si existen, además, es porque a muchas mujeres –y hombres- les interesa.
(P): No me resisto a preguntarte… ¿Cuáles son tus libros feministas de cabecera?
Entre los clásicos, El Segundo Sexo o La Mística de la Feminidad pero el que me cambió definitivamente la vida fue Una Habitación Propia de Virginia Woolf, porque tantos años después, sigue en completa vigencia la falta de espacio físico e intelectual que sufrimos las mujeres. Me han flipado Todos deberíamos ser feministas de Chimamanda Ngozi, Los hombres me explican cosas de Rebecca Solnit, Solterona de Kate Bolick, Contra los hijos de Lina Meruane, Hijas de la igualdad, herederas de injusticias de Elena Simón Rodríguez, Mala Feminista de Roxane Gay, Manual para Mujeres de la Limpieza de Lucía Berlin, los relatos y poemas de Gloria Fuertes y, por supuesto Cómo ser mujer de Caitlyn Moran. Moran me enseñó el concepto más divertido del nuevo feminismo “el IVA del coño”.