Y no se borraron vuestros nombres…

Cuando explotó la Guerra Civil en nuestro país fueron muchos los soñadores que tuvieron que rendirse o capitular. Pero hubo tantos otros que defendían unas ideas y continuaron con ellas hasta el final, y no eran culpables por ellos, pero el tiempo histórico no era el adecuado, como se suele decir.

Eso ocurrió con “Las trece rosas rojas”, un grupo de chicas, siete de ellas menores, que fueron fusiladas el 6 de agosto de 1939 para pagar un supuesto delito de sus compatriotas: la muerte del policía Isaac Gavaldón que junto a su mujer y su hija sufrió un atentado mientras conducía. La investigación no llegó a buen puerto, pero el régimen quería dejar bien claro que este tipo de delitos no podía quedar impune y decretó el asesinato de esas chicas.

2013080712205415535La leyenda de las trece rosas se forja por aquellas, pero sobre todo será años después cuando se empiece a investigar más a fondo sobre lo que unió a estas niñas inocentes: Carmen, Martina, Blanca, Pilar, Julia, Adelina, Elena, Virtudes, Ana, Joaquina, Dionisia, Victoria y Luisa.  Todas habían formado parte de las Juventudes Socialistas Unificadas, ya que como muchos hombres estaban luchando, la mujer juega por estos tiempos un papel fundamental en la retaguardia.

Fueron muchos los homenajes que se han hecho para recordar esa idea que Julia dejó escrita: “Que nadie borre mi nombre de la historia, que nadie nos borre”. Bajo el título de Que mi nombre no se borre de la historia se hizo un documental en 2004 donde se recogen los testimonios de muchas otras mujeres que lograron sobrevivir y que hablan de las trece, además de familiares de las mismas y de Santiago Carrillo. El libro de Jesús Ferrero, del 2003, Las trece rosas, reconstruye los últimos momentos de cada una de las condenadas, además de los sentimientos explorados cuando la muerte está tan cerca y se tiene conciencia de ello. Ferrero concede el título de un capítulo a cada una de ellas, pero también introduce otros nombres clave para entender el porqué de toda la injusticia.

Las trece rosas es una novela de sentimientos, y deja patente la contrariedad que unas y otras sienten momentos antes de ser ejecutadas, y cómo a pesar de todo, mantienen la esperanza de no ser olvidadas (unas más que otras).

Al leer este libro me fue inevitable no acordarme de La voz dormida de Dulce Chacón, una novela que versa también sobre el sufrimiento de las mujeres en las cárceles franquistas, y que empuja a sentir rabia contra un pasado del que somos herederos. En este libro es donde conocí por vez primera la historia (y el mito) de las trece rosas.

–           Ahora me doy cuenta de que la vida es demasiado breve para arrepentirse.

–          La nuestras, querrás decir…- susurró Virtudes.

–          La nuestra, sí. Demasiado breve. Tan breve que tendría que haber vivido más, mucho más, para poder hacerlo. Tendría que haber vivido más.

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Escrito por

Graduada en periodismo y enamorada de la lectura y la cultura. Porque leer nos hace mejores personas.

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