Entrevista Julia Osuna Aguilar: “Suelo leer novelas de la época y ver películas y series del idioma del que traduzco en cada momento”

Semana de la Traducción

Julia Osuna Aguilar es como una costurera pues, como expresa en su web Confecciones Literarias, “le enseñaron a coser e hilar muy fino los profesores de Griego Moderno del departamento de Traducción e Interpretación de la Universidad de Málaga”. Con un montón de libros traducidos ya a sus espaldas, entre los que destacan autoras como Vivian Gornick, Bernardine Evaristo o Miriam Toews, también ha hecho labores de correctora, revisora, lectora y profesora de talleres de traducción. A día de hoy compatibiliza su reciente maternidad con esta profesión y tiene entre manos a dos autoras ya conocidas como son Miriam Toews y Susanna Tamaro.

Esta malagueña habla de la traducción como un oficio interdisciplinar, que absorbe mucha energía pero que también ofrece satisfacciones y ayuda a caminar por la vida. Por ejemplo, y como ella misma reconoce, “el ejercicio constante de la traducción te hace ver que las cosas son relativas, que hay que desconfiar de los dogmas y de las aseveraciones, y que los cambios vitales son reales, deseables”.

Justo esta semana, la traducción de Niña, mujer, otras, de Bernardine Evaristo ha sido nominada al XVI Premio de Traducción Esther Benítez, por lo que desde aquí le damos las felicidades a Julia Osuna por tan brillante trabajo.

Pregunta (P): ¿Cómo te hiciste traductora?

Mi caso no tiene mucha historia, y supongo que eso es porque soy exponente de una generación que ya accedió al oficio después de hacer la carrera de Traducción e Interpretación. Con esto quiero decir que a la traducción se ha llegado siempre desde puntos muy distintos, por ser un ejercicio tan interdisciplinar, pero en las últimas décadas hemos ido entrando algunas hornadas desde la universidad. En cualquier caso: cojo griego moderno en lugar de árabe en el último momento y triunfo porque doy con los mejores profesores de traducción que se podían pedir y las mejores compañeras de trabajo y jarana; pasamos varios veranos en talleres de traducción en la isla de Paros, donde contábamos con las visitas de los autores y con cursos intensivos de traducción mañana y tarde (sumados a las noches igual de fundamentales y estimulantes); acabo la carrera, trabajo en un videoclub mientras hago traducciones por mi cuenta sin tener la certeza de que me las vaya a publicar nadie; entretanto, me muevo para ir colocándolas en editoriales, mando dosieres, me paseo por Madrid y Barcelona con mis dosieres bajo el brazo y mi cara de pipiola novata; consigo colocar un par de libros griegos, el Me acuerdo de Joe Brainard, uno de mis favoritos forever and ever, y compagino con tareas de corrección y de informes de lectura; poco a poco, voy concatenando encargos hasta que tengo un volumen constante. Y desde entonces… Eso sí, sin parar de moverse por el mundillo, porque no te puedes quedar parada, si no, cualquier día pierdes a una editorial importante y te quedas a dos velas. Y luego ya pude empezar incluso a pasarles traducciones a mis colegas porque no podía coger más, y eso da mucho gustito.

(P): ¿Se puede vivir de la traducción en España?

Esta pregunta me hace recordar siempre a «¿A qué huelen las nubes?», que es lo mismo que preguntarse «¿Se puede vivir de algo en España?». Evidentemente, se puede vivir, pero ya la calidad de vida dependerá de muchos factores: si vives en una ciudad grande o no, si puedes currar ocho o diez horas al día, si puedes vivir con la incertidumbre sin agobiarte, etcétera, etcétera. Es cierto que hay que pensar que, aunque hay un volumen de traducciones importante respecto al número de libros que se publican, al final tampoco somos tantos los que nos dedicamos a la profesión, y es cierto que quizá ahora sea más difícil acceder al sector porque están más cubiertas las plazas de las que realmente se pueden vivir; es decir, los encargos con buenas tarifas, buenos plazos y de mano de editoriales serias. Me contaba una amiga de una generación anterior que, cuando ella empezó, era mucho más fácil entrar en ciertas editoriales, pero ahora hay algunas que son un auténtico bastión, especialmente las que pagan mejor, bien sûr. Si pensamos además que el pastel del libro se lo comen entre dos grandes grupos editoriales, básicamente o entras en alguno de estos grupos o el camino es más fatigoso.

Otra cosa sería cuestionarse si el estatus de trabajador autónomo del sector editorial es sostenible en España, porque la actual legislación no nos ayuda nada, eso está claro.

(P): Hace unos años surgía en Twitter la iniciativa #CitaAlTraductor, que tenía como objetivo dar visibilidad a la profesión de traductor/a. ¿Crees que la sociedad es consciente del trabajo que hacéis?

La sociedad es muy inconsciente de muchas cosas. Si no se pregunta de dónde han salido los mangos que se come o le importa poco, creo que es mucho pedir que sean conscientes de trabajos artesanos como el nuestro. Y la verdad, a mí lo que me gustaría es que antes de nada fueran conscientes los propios editores, y cuando hablo de editores no hablo de las editoras de mesa, que lo saben bien, sino de quienes deciden sobre la pasta y ven la traducción no como un valor añadido, sino como una rémora en sus cuentas, y la traductora que intenta negociar al alza, la pesada de turno. El respeto tiene que empezar desde ahí.

(P): ¿Qué podemos hacer desde la sociedad para ayudar en la visibilización?

A pesar de lo dicho, sin duda son muy dignos los esfuerzos que se están haciendo tanto en redes sociales como en blogs y otras publicaciones por nombrar a los traductores, y hacer ver así que hay alguien más en la cadena del libro que suele pasar desapercibido. Entiendo, sin embargo, que muchas veces no se tienen las herramientas para poder juzgar una traducción, de ahí que tampoco se aborde el tema en las reseñas, por ejemplo. Supongo que todos estos esfuerzos harán que con el tiempo y el paso de las generaciones, sea quizá la nuestra una profesión más reconocida, pero insisto en que tiene que surgir también desde el propio mundo del libro.

«Me contaba una amiga de una generación anterior que, cuando ella empezó, era mucho más fácil entrar en ciertas editoriales, pero ahora hay algunas que son un auténtico bastión, especialmente las que pagan mejor».

(P): ¿Cómo afrontas la traducción de un libro? ¿En qué momento comienza tu trabajo?

Va a depender un poco de los plazos y del tipo de libro. Si es un libro fácil o de suspense, no lo suelo leer antes de ponerme a traducirlo. Hay algo del traducir «en blanco» que creo que aporta frescura a la traducción, y también es cierto que yo hago una primera versión más automática y rápida que luego reescribo muy poco a poco. En esa primera versión va incluida en bruto la lectura inicial, que luego se va transformando, como les pasa a todos los lectores que leen más de una vez un libro. Como normalmente tengo buenos plazos, suelo escribir y reescribir y luego dejar unas semanas en barbecho el texto, cuando se puede, aunque no demasiado, para desconectarme solo lo justo. Cuando dejas ese tiempo, puedes tomar más perspectiva y ves cosas que hasta el momento no has visto. Y mientras traduzco una obra, me gusta ir leyendo novelas de la época en la que trascurre o autores de lengua española del mismo género, si es novela de género, o época, si hablamos de clásicos. Y en esas semanas o meses procuro ver películas y series del idioma del que traduzco, y a ser posible también de la misma temática.

(P): ¿Qué libro te ha gustado más traducir? ¿Y el que más te costó?

Me gusta mucho la obra del francés Emmanuel Guibert, del que ya he traducido varios cómics. Supongo que siempre te vas quedando con los más recientes, así que ahora me vienen a la cabeza Vivian Gornick y Bernadine Evaristo. Y respecto al que más me costó, también tengo que acordarme aquí de la madre que parió a Vivian Gornick (con perdón). Hasta el momento he traducido solo dos de sus libros y siempre sudando la gota gorda, así que estoy esperando un tercero para ver si esta vez consigo ganarle la partida y me vengo.

De los libros que yo propuse en mis inicios siempre tengo un recuerdo muy especial, como he dicho antes, del Me acuerdo de Joe Brainard. Me sigue pareciendo un libro muy auténtico y muy entrañable.

(P): ¿Cómo surge la oportunidad de traducir una obra? ¿Tomas tú la iniciativa o te las suelen proponer?

Desde hace ya unos años no me da tiempo a hacer propuestas de traducción porque tengo un flujo continuo de encargos y poco tiempo vital, así que, aunque me sigue gustando bichear libros para traducirlos, me conformo con los que me encargan. Además, ahora tengo la suerte de colaborar con varias editoriales que me mandan libros siempre interesantes. Algún que otro bodrio también cae, pero a veces hasta los disfruto, no te creas.

«Supongo que todos estos esfuerzos harán que con el tiempo y el paso de las generaciones, sea quizá la nuestra una profesión más reconocida, pero insisto en que tiene que surgir también desde el propio mundo del libro».

(P): Gracias a tu trabajo llegó a nosotras la obra Niña, mujer, otras, de Bernardine Evaristo, un libro muy poliédrico, con muchos matices y reivindicaciones. Además viene avalado por el Premio Booker 2019. ¿Qué supuso este reto para ti y cómo lo afrontaste?

Era la primera vez que traducía un libro con un aval de ese tipo, y por supuesto me daba mucho respeto. Pero después resultó que conecté mucho con la autora, con su prosa rítmica y los temas que trata, así que lo disfruté mucho. Como tenía la confianza de la editorial, tuve la suerte también de poder hacer una traducción atrevida, porque me parecía que el texto así lo exigía. Traducir una novela contemporánea que quizá con el tiempo se convierta en un clásico es peliagudo porque estás tratando con un material muy plástico y cambiable, como la propia lengua, y tienes que tomar decisiones que pueden ser más acertadas o menos, pero creo que es importante arriesgar y jugar, y con el tiempo me han escrito muchos lectores y compañeros elogiando la traducción, y eso no pasa todos los días.

(P): ¿Aprendes con las traducciones? ¿Qué le aporta esta profesión a tu vida?

En casa siempre se ríen de mí cuando digo «Es que me salió en una traducción»… Pero es así, al final tu trabajo te configura la mente, y al ser un trabajo intelectual, más metido lo tienes en la cabeza. Yo creo que, en general, el ejercicio constante de la traducción te hace ver que las cosas son relativas, que hay que desconfiar de los dogmas y de las aseveraciones, y que los cambios vitales son reales, deseables. Cambia todo, cambia…

Aprendo también mucho leyendo las traducciones de los demás, algo que, con la arrogancia de la juventud, no hacía antes tanto. Hace poco he leído En casa de Marilynne Robinson, en traducción de Hernán Sabaté y Montse Gurguí, y es emocionante subrayar cosas para poder meterlas tú en tus propias traducciones y pensar en las personas que moldearon ese texto. Como cuando lees una palabra y dices «Pero ¿cómo no la he usado yo nunca?, ¡pero si es perfecta!», o intuyes cómo han resuelto divinamente algún entuerto.

«Traducir una novela contemporánea que quizá con el tiempo se convierta en un clásico es peliagudo porque estás tratando con un material muy plástico y cambiable, como la propia lengua, y tienes que tomar decisiones que pueden ser más acertadas o menos».

(P): Muchos profesionales de la traducción destacan siempre que deben estar al día de todos los cambios de las lenguas y leer mucho. ¿Qué consejos le darías a una persona que se quiere dedicar a esto de la traducción?

Aparte de, efectivamente, que lea y vuelva a leer porque le toca, le diría que se lo tome con calma y filosofía, que para empezar quizá tenga que compatibilizarlo con otros trabajos, y que eso será enriquecedor también para traducir. Y que viva, porque las experiencias que pueda vivir viajando y conociendo a gente le serán muy útiles cuando se enfrente a cualquier obra. Y luego estar al día de las herramientas de trabajo o saber rodearse de buenos diccionarios y de buenos y sabios amigos.

(P): ¿A qué personas del mundo literario y de la traducción admiras?

La verdad es que estoy un poco fuera de la órbita literaria y la actualidad, pero es cierto que últimamente he leído libros que me han impresionado, como Al final siempre ganan los monstruos de Juarma o la obra de Mariana Enríquez; son de esos que mientras los leo pienso, joder, qué mierda que no los pueda traducir, ¡porque están ya en español! Y, bueno, esperando a que Donna Tartt saque otro libro (si alguien se quiere empeñar en que la traduzca, valeee, venga…), que no le debe de quedar mucho ya para el libro por década que saca… De la traducción, aparte de a mi mentor, Vicente Fernández, que es un crack y la buena persona que quiero ser de mayor, admiro mucho a mi amiga Laura Salas Rodríguez, que tiene que llevar para delante a dos niños pequeños y traducir cuando puede, contra viento y marea, pero la tía ahí sigue; y lo pasa mal porque es difícil conciliar la vida laboral con la familiar, y encima como autónoma desde Grecia, y muchas veces se viene abajo y piensa en dejarlo, así que desde aquí le digo: «¡Laura, nooo! O, bueno, si hace falta, un paroncillo si quieres y luego vuelves». Traductora Coraje.

«Desde hace ya unos años no me da tiempo a hacer propuestas de traducción porque tengo un flujo continuo de encargos y poco tiempo vital, así que, aunque me sigue gustando bichear libros para traducirlos, me conformo con los que me encargan».

(P): ¿Cómo ves el futuro de la profesión de traductora?

Ando yo preguntándomelo últimamente, y de hecho he estado leyendo bastante sobre la traducción automática neuronal y los grandes avances que se están dando. No me extrañaría que acabáramos haciendo una especie de postedición también en la traducción editorial. Renovarse o morir… ¿Replicantes traductores? Who knows?…

(P): ¿En qué proyecto estás inmersa actualmente?

Ando reincorporándome a la vida laboral después de una baja de maternidad y los proyectos más inmediatos son traducciones de dos autoras que ya he traducido, Susanna Tamaro y Miriam Toews. La verdad es que esa es una de las cosas que más me gusta de la veteranía, repetir autoras. Con algunas, como con Tana French, es como volver a casa… Eso ha sonado muy inglés, ¿no? Calcos, dejadme en paz…

Escrito por

Graduada en periodismo y enamorada de la lectura y la cultura. Porque leer nos hace mejores personas.

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