“En los libros para niños rara vez aparecen niños”.
“Muchos días pienso en la bebé como en una droga”.
“Otro de los problemas de ser madre de un bebé es la soledad”.
“Se podría decir que la mayoría de los bebés literarios, si aparecen más de un momento, tienden a ser catalizadores del declive o la desesperación”.
Es cierto, la literatura infantil está plagada de cuentos protagonizados por animalitos, que los escritores y escritoras utilizan para recordar la ternura y otros valores que considerados buenos para que las criaturas crezcan. Esta reflexión la lanza Rivka Galchen en Pequeñas labores, un libro peculiar, en el que encontramos retazos de la vida de una mujer que acaba de ser madre y que experimenta las contradicciones de su nueva situación. El nuevo libro de la editorial Tránsito, traducido por Inga Pellisa, nos propone un ejercicio similar a los cuentos infantiles, el de hablar de niños pero sin niños; no en vano, la protagonista aquí es una madre, que se identifica con la autora, y su bebé, a la que nombra como “puma”, y a partir de ahí lo que encontramos son anécdotas de su vida y de cómo es el presente con este nuevo ser.
A lo largo de la historia, pero sobre todo en los últimos años, las mujeres se han debatido alrededor de la maternidad y de cómo ser madres cambia su ser física y psicológicamente. A veces esas reflexiones caen en el olvido, otras se tornan novelas o ensayos, y otras se quedan en la poesía. No es la primera vez que la editorial Tránsito nos trae un libro en el que la maternidad está presente. Ya con Las madres no, de Katixa Aguirre, nos abría las puertas a otra forma de entender la maternidad y su relación con la creación. En este caso, aunque con una fórmula totalmente diferente, Rivka Galchen también trata algunos temas latentes a día de hoy, como el cansancio y la soledad, de las muchas contradicciones o del amor y el odio que se pueden sentir hacia el nuevo ser.
Pero, ¿de dónde parte Pequeñas labores? El libro se relaciona directamente, tal y como confiesa la autora, con El libro de la almohada, una obra maestra del periodo Heian escrita por la dama de la corte Sei Shonagon, una obra maestra difícil de cualificar y que marcó un antes y un después. En palabras de Rivka Galchen, “El libro de la almohada es difícil de encuadrar. No es una novela ni es un diario ni son poemas ni son consejos, pero posee cualidades de cada uno de ellos y debió de tomarse en su época como una especie de miscelánea, un formato habitual. El libro está compuesto por ciento ochenta y cinco entradas; muchas, bastante breves; algunas, anécdotas; algunas, listas; algunas, sentencias”. Y así, tomando como base esta definición, el libro que tenemos entre manos podría ser un homenaje a ese otro, y por eso existen similitudes evidentes en la forma de construirlo: de hecho encontramos textos breves acompañados de otros más extensos, y unos más profundos que conviven con meras anécdotas del día a día. Ahí, en esa miscelánea, radica la originalidad y la potencia de este anti ensayo sobre la maternidad y la vida.
Aunque, como ya dijimos, el libro no tiene un argumento como tal, sí que aborda cuestiones que me han parecido interesantes y sobre las que es necesario que centremos la mirada. Por ejemplo, la protagonista se pregunta, muy afinadamente, por qué las mujeres dejan casi de existir en su condición misma de mujeres en el momento de ser madres. Ella lo expresa así: “Cuando te cruzas, sin bebé, con cientos de personas al día durante años, y luego te cruzas, con bebé, con cientos de personas al día durante meses y meses, tienes la sensación de haber resbalado a otro estrato”. Y otro tema sobre el que se está abriendo la perspectiva es que las mujeres retrasan o anulan sus sueños por dedicarse durante la mayor parte de su vida a los cuidados de otras personas, bien sea hijos o padres. Así, en el capítulo titulado “Apuntes sobre algunos escritores del siglo XX” ella nombra varios escritores y también varias escritoras, y la edad a la que publicaron su primera novela, muy en consonancia con el número de hijos, detectándose que ellas publican más tarde (o simplemente no lo hacen) cuando tienen más hijos, mientras que ellos apenas se ven influidos. Otro síntoma más de las desigualdades de género. Ante esta realidad, ella, la autora de Pequeñas labores, también analiza sus lecturas hasta el momento, una tarea repleta de silencios, y se da cuenta, de que “o bien no había buenos libros escritos por mujeres, o bien yo había leído de un modo que las había esquivado a todas”, y continúa diciendo que “no había tenido nunca una fase Jane Austen, ni una fase Edith Wharton, ni siquiera una fase George Eliot; asociaba a esas autoras con la pubertad o con cortejos, cosas ambas que me producían rechazo”.
Pequeñas labores se define, pues, como un libro fragmentario, que tiene el poder de hacernos cuestionar la realidad que habitamos, de romper con las formas de los géneros literarios, y que me ha interesado también como reflexión en torno a la maternidad aunque sin el egocentrismo propio de muchos libros de esta temática. En este sentido, lo cualifico como un anti ensayo, una forma de preguntarnos y ofrecer algunas respuestas pero sin ninguna tesis.
Ficha técnica

Título: Pequeñas labores
Autora: Rivka Galchen
Traductora: Inga Pellisa
Editorial: Tránsito
Año de publicación: 2023
Número de páginas: 171