“Como las del cuerpo, también las heridas del alma emiten señales. Se necesitan observadores atentos para detectarlas; a los atareados se les escapan; a los ensimismados, a los inquietos, a los que se sienten oprimidos por la cruz de su cotidianeidad plana, a los distraídos, a los que se ausentan de la piedad, a los inclementes, a los felices recreados en su dicha no les llega el destello de las alarmas; no tienen espacio donde recoger la inquietud por las almas frágiles ni reconocen el afán de los que están a punto de despeñarse por el precipicio de las existencias rotas”.
Las heridas del alma. Sobre ellas escribe Ada Valero en su primera novela, La vida cuando era frágil, un título que evoca ese momento justo en el que todo cambia de la felicidad a la tristeza. Este libro transita por los recovecos del alma, por lo que queda cuando Fátima y Rocío, dos amigas adolescentes, se suicidan y la familia y las amistades cercanas se sitúan en un terreno en el que no saben qué ocurre exactamente ni las causas de lo acontecido. Y ante eso solamente quedan las dudas y la culpa, ese sentimiento de que algo se debió hacer mal para llegar a ese fatal desenlace.
Moviéndose entre el thriller psicológico y la novela contemporánea, La vida cuando era frágil está escrita con un estilo muy intimista en el que encontramos dos voces: la de un narrador omnisciente que se sumerge en la mente de los principales protagonistas y nos cuenta lo ocurrido antes del suicidio y después, a lo largo de una investigación policiaca; y la de una de las chicas que, aunque aparece con menor proporción, nos alerta de las causas de ese final inevitable y premeditado.
Leemos esta historia con sensaciones encontradas, quizás porque es capaz de hablar de lo más macabro del ser humano con una prosa muy bonita, aspecto que destaca también María Luisa Balaguer en el prólogo, poniendo el foco en que “ese comienzo, al que la autora consigue dar la vuelta hacia la ternura de una adolescente rota, es la metáfora de un vuelto que resulta ser un disparo a bocajarro que sientes mientras lees”. Coincido plenamente con este apunte, pues la novela consigue poner de manifiesto muchísimas de las problemáticas del mundo que habitamos sin que apenas nos demos cuenta en un primer momento, dado el estilo trepidante de la historia.
Así y todo, Ada Valero, que ejerce habitualmente como profesora, nos estremece con este argumento en el que aparecen muchísimas temáticas de actualidad, que siempre han estado ahí y que las nuevas tecnologías aceleran. Es el caso de la violencia ejercida contra las mujeres, tanto desde el punto de vista físico como psicológico, que resulta de un sistema patriarcal que desde siempre ha puesto el foco en las víctimas y jamás en los violadores. En medio de todo ello, en los últimos tiempos, esa violencia se ha acelerado y tomado nuevas caras, en forma de violaciones en manada y de vídeos tomados de esos actos con el afán de divulgarlos sin ningún control y con el ánimo de hacer daño. Y aunque las mujeres queramos ser dueñas de nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestros deseos, llega un momento en el que la presión es tanta que todo salta por los aires, como ocurre en la novela de Valero.
La vida cuando era frágil me lleva a pensar inevitablemente en aquella otra novela de Marian Izaguirre, titulada La vida cuando era nuestra. A pesar de que se trata de dos libros totalmente diferentes, creo que en el fondo los une una idea: la necesidad de creer que en la vida todo fue mejor y todo puede ir a peor. Y necesitamos libros así, que nos pongan contra nuestras cuerdas, que nos hagan eclosionar, incluso sentir rabia.
Ficha técnica

Título: La vida cuando era fácil
Autora: Ada Valero
Editorial: Huso
Año de publicación: 2021
Número de páginas: 202
No la conocía. Y no me importaría leerla si se cruza en mi camino, que por lo que cuentas, creo que podría gustarme.
Besotes!!!
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