Octubre me parece un mes mágico, en el que confluyen muchísimos elementos que a nivel vital y literario me apasionan. Las hojas secas que invaden los suelos, las primeras lluvias que nos hacen sentir la nostalgia mientras observamos el fluir tras la ventana, y las infusiones calientes acompañadas de un buen libro. Y aunque las lecturas no tienen época, lo cierto es que hay novelas, historias, que me saben a otoño, como la nueva de María Oruña, titulada con el enigmático título de El bosque de los cuatro vientos.
Como ya comenté en las redes sociales de Lecturafilia, en los últimos tiempos algo se ha roto dentro de mí y es como si tuviese que recomponerme toda de nuevo. En este proceso, muchas de las actividades que antes hacía con normalidad se han resentido y, como no, la lectura también. ¿Para qué negarlo? Creo que todas tenemos derecho a estar mal, y a expresarlo. Pero, tarde o temprano, debemos caminar en la recuperación, y ahí es donde entra este libro. María Oruña me ha reencontrado con la lectura, pues en esta novela nos sumerge en una historia apasionante que se desarrolla en el monasterio de Santo Estevo, en donde confluyen dos argumentos: por una parte, en la actualidad, el antropólogo Jon Bécquer investiga una leyenda relacionada con los nueve anillos en el actual parador situado en pleno corazón de la Ribeira Sacra, cuando aparece el cadáver de un hombre vestido de monje; y por otra, encontramos a Marina, una joven que a comienzos del siglo XIX sueña con ser médica, con curar a las personas, aunque se enfrentará pronto con el patriarcado de la época, y tendrá que ocultar a menudo sus ansias de aprendizaje.
Oruña, que ya nos había enamorado con su serie de Los libros de Puerto Escondido, vuelve a encandilarnos con una novela diferente, a camino entre el género histórico y policíaco, aunque con una clara visión feminista, un rasgo identitario de la forma de escribir de esta viguesa con raíces cántabras. Además, la novela El bosque de los cuatro vientos cuenta con descripciones muy logradas, gracias a las cuales podemos reconocer las costumbres del siglo XIX, el momento histórico concreto y gozar de los bonitos espacios que rodean el monasterio. Toda esa mezcolanza me permitió disfrutar de la novela lentamente y reconciliarme con la lectura, incluso vivir momentos similares a cuando era una joven que descubría Ana de las Tejas Verdes por primera vez.
“Marina miraba todo con curiosidad desde su ventanilla, asomada hasta el límite de la prudencia. Desde luego, aquel paisaje carecía del bullicio de la ciudad, pero su belleza era tan sorprendente y acogedora que la joven no podía apartar la mirada de los árboles centenarios, los prados con ganado, los campesinos que se cruzaban en su camino. Le parecieron pobremente vestidos y hasta necesitados, pero le sonrieron con humildad al pasar”.
La novela se disfruta muchísimo, su ritmo es lento, y la autora no desaprovecha la ocasión para lanzarnos una reflexión a las lectoras: el patrimonio material e inmaterial gallego se está perdiendo, y a las instituciones parece no importarles demasiado. Y es que, como ocurre siempre, en épocas complejas, la cultura es la primera cuestión que se ve mermada económicamente, aunque tiene demostrado ampliamente que es más necesaria que nunca.
Ficha técnica

Título: El bosque de los cuatro vientos
Autora: María Oruña
Editorial: Destino
Año de publicación: 2020
Número de páginas: 415
Comparto todas tus palabras sobre el libro y, sobre los malos momentos personales que nos afectan a la lectura…Estoy con el libro, pero más lenta de lo habitual, falta de concentración…Me gusta mucho y, lo acabaré sí o si👏
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Cada libro tiene su momento, cierto. Y éste me apetece mucho así que terminará cayendo. Me alegra que lo hayas disfrutado.
Besotes!!!
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