Entrevista Natàlia Cerezo: «Me gustan los libros que te hacen frenar»

Natàlia Cerezo irrumpió el pasado año en el panorama literario español con el libro de cuentos En las ciudades escondidas (Rata Books), una recopilación de quince historias que hablan de finales y comienzos, de los espacios rurales en los que se producen pequeños misterios de la vida y de esos momentos que se quedan impregnados en la memoria.

Unos relatos, por otra parte, en los que reivindica el derecho a la lentitud, a la reflexión pausada en un mundo que, cada vez más y por desgracia, avanza a pasos agigantados y no deja tiempo para el pensamiento y la reflexión.

Pregunta (P): Escribes historias desde la cotidianeidad. ¿Cómo surge la inspiración?

Normalmente me centro en un sentimiento que quiera transmitir y pienso en qué historia y personajes funcionan mejor. Le doy vueltas y vueltas hasta que todo está encajado (a veces este proceso me recuerda a un cubo de Rubik). Si no termina de encajar, dejo reposar la idea. Toda esta fase es mental, no acostumbro a escribir nada hasta que tengo un mínimo pensado. Si se me olvida la idea (algo más que probable, porque no las apunto en ningún sitio) considero que no valía la pena y voy a por otra.

Para encontrar los sentimientos de los que quiero hablar simplemente mantengo los ojos y los oídos bien abiertos. La mayoría de las veces las ideas se me ocurren viendo detalles cotidianos que me gusten, como ver a un par de hermanos corriendo por la calle porque llegan tarde al colegio.

(P): ¿Qué supuso para ti la publicación de este libro con relatos que no habías pensado sacar a la luz?

Mucha sorpresa y mucho agradecimiento. Nunca pensé que le interesarían a nadie y ahora… ¡uf! Me emociona mucho, sobre todo cuando los lectores te comentan lo mucho que les llegó algún cuento, o cuando ves al libro allí, en la librería, al lado de tantos otros libros y piensas mira, pues resulta que había un rinconcito para mí… Ha sido como devolver un poco todo el amor que me han dado los libros durante todos estos años.

Y luego está toda la gente que ha confiado en ti y en lo que has escrito porque les ha gustado, como Iolanda Batallé, mi antigua editora, o Josep Lluís Badal, que fue quien me sugirió que juntara los cuentos. Queda cursi decirlo, pero es que es cierto, ellos le han dado alas al libro.

(P): ¿Cómo combinas la parte de ficción y la real en lo que escribes?

Me dejo llevar, sin forzar las cosas. Todos los cuentos son de ficción, solo una parte pequeñísima de cada uno es real. Son detallitos tontos que pongo porque me apetece o porque no me he dado cuenta o porque me divierte. Por ejemplo, uno de los personajes se llama Roc (‘piedra’, en catalán) porque mi hermano es geólogo.

(P): El final del verano y septiembre simbolizan los finales y los comienzos. ¿Por qué decides emplear estas metáforas en los relatos incluidos en En las ciudades escondidas?

Como en gran parte de los cuentos se habla de lo que supone hacerse mayor (la mayoría de las veces a través de la pérdida) este tipo de metáforas me funcionaban muy bien. Un pasado dorado típico de cuando éramos niños, y que seguramente recordemos con nostalgia, al menos en mi caso, son aquellos veranos que parecía que no iban a terminarse nunca, mientras que con el otoño llegan el frío, el colegio…

(P): ¿Qué quieres expresar a través de los espacios rurales? ¿Y de los urbanos?

Me gusta el doble juego de los espacios rurales, son sitios que acostumbro a relacionar con dos cosas muy distintas, tanto con la libertad que supone, por ejemplo, ir de camping cuando eres niño y, a la vez, el ambiente asfixiante que puede ser vivir en un pueblo pequeño, como sucede en “Amor”. Como me crie en un sitio muy parecido, es un ambiente que me resulta muy familiar. Supongo que por eso me debe costar menos escribir sobre ellos.

Creo que aun me queda mucho por explorar de los ambientes urbanos. En el libro los pocos personajes que viven en una ciudad acostumbran a mirarla desde la distancia, como en “Copenhague” o en “Barcelona”, pero están mucho menos definidos que los rurales. No me lo había planteado antes y puede que haya cosas interesantes por contar.

(P): Tus relatos invitan a leer con calma, ¿cómo compatibilizar esta idea con la rapidez del mundo actual?

En el mundo actual todo va demasiado rápido, y yo soy muy lenta, extremadamente lenta, haciendo cualquier cosa. Voy a mi ritmo. Me gustan los libros que te hacen frenar. Yendo más despacio ves cosas que se te pasan cuando vas más rápido. ¡Espero que los cuentos les provoquen lo mismo a los demás!

(P): Recientemente has ganado el Premio Ojo Crítico de Narrativa, ¿qué supone para ti este galardón?

Pues ha sido otra sorpresa enorme. Ver que todas esas personas valoran lo que haces y te dan este empujón… Cuando tuve que hablar delante de toda la gente que había en el auditorio me emocioné mucho. Pensé, de pasar a escribir casi para mí misma a esto… te da mucho ánimo para continuar. Y un agradecimiento infinito por todos los que te han ayudado, claro.

«Todo está dicho, pero el punto de vista de cada uno es único»

(P): La infancia y el paso, casi siempre amargo, a la edad adulta es un material que muchos escritores y escritoras han utilizado como material literario. ¿Qué aportas tú de nuevo?

De hecho, creo que nada. No escribo pensando qué aporto y qué dejo de aportar (creo que si ese fuera el caso me agobiaría y no escribiría), lo hago haciéndolo y ya está.

Pero se me ocurre algo que siempre nos decían en un curso de narrativa que hice en el Ateneu de Barcelona: todo está dicho, pero el punto de vista de cada uno es único.

(P): En una entrevista reciente comentas que “Incendio” y “¿Cómo puede ser que este hombre sea mi padre?” son los relatos que más se acercan a lo que quisiste transmitir. ¿Por qué?

“¿Cómo puede ser que este hombre sea mi padre?” fue muy agradecido de escribir porque lo tuve listo en tres semanas. Algo hizo clic y el cuento casi se escribió solo, y eso que llevaba años (literalmente, desde 2012) pensando en cómo escribir sobre un viaje por carretera entre un padre y una hija. Con “Incendio” más o menos me pasó lo mismo, aunque tardé mucho más en escribirlo. Creo que una de las claves fue que en ninguno de los dos casos tuve muchas dudas sobre el argumento. Supongo que, al verlo todo tan claro desde un principio, me dio la impresión de que era precisamente eso lo que quería contar.

(P): También te gusta el cine. ¿De qué forma te influye el lenguaje audiovisual a la hora de escribir?

Creo que el cine y la literatura tienen mucho en común y que los dos pueden sacar cosas buenas el uno del otro. Lo que aprendí muy claro del cine es como todo puede quedar “manchado” por el punto de vista de quien está contando la historia. Por ejemplo, la ciudad lluviosa y gris de Seven dice mucho del ambiente de la historia, pero también es un reflejo del ánimo de los protagonistas. Ese tipo de cosas me van de maravilla para escribir.

«La mayoría de las veces las ideas se me ocurren viendo detalles cotidianos que me gusten, como ver a un par de hermanos corriendo por la calle porque llegan tarde al colegio»

(P): ¿Nos recomiendas algún libro que hayas leído últimamente y que te haya impactado?

Solo llevo dos páginas de Las encantadas de Herman Melville y sé que me va a encantar. Y hace poco leí una novela corta de Eduardo Halfon, Saturno, que me impactó mucho. Se lee de una sentada y tiene una edición maravillosa.

(P): ¿Te planteas dar el salto a la novela?

No, de momento estoy muy a gustito con los cuentos. Antes que una novela, me plantearía una novela corta, que también me gustan mucho.

Escrito por

Graduada en periodismo y enamorada de la lectura y la cultura. Porque leer nos hace mejores personas.

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