El mundo feliz, una apología de la vida falsa

Lo reconozco. Tengo una debilidad por los comienzos de los libros, esas primeras líneas que marcan mi decisión a la hora de decantarme por las historias que me acompañan. Esos inicios constituyen la parte más importante y la que más influye en el éxito de un libro, y pocas veces me suelen defraudar las historias que se esconden tras esa primera mirada literaria.

Un sentimiento parecido al éxtasis me recorrió el cuerpo cuando abrí El mundo feliz, de Luisgé Martín, y descubrí uno de estos inicios impactantes, que dice así:

“La vida es, en su esencia, un sumidero de mierda o un acto ridículo”.

A partir de esta apertura, que suena a sentencia de muerte de la humanidad, el autor madrileño construye un lúcido ensayo sobre el mito de la felicidad y una crítica a esa filosofía que tan en boga está actualmente y según la cual las personas debemos estar siempre en continua alegría o, por lo menos, haciendo alarde, demostrando, que somos felices. Y no es que yo esté en contra de la positividad ni de los momentos de felicidad, sino que no todo es oro lo que reluce.

Lo que este ensayo viene a demostrarnos es que el ser humano no tiene por qué estar siempre en continua felicidad ni sintiéndose mal por pasar momentos de penurias sentimentales, económicas o profesionales. Y es que es ley de vida la alternancia de buenos y malos momentos, de tristeza y de alegría, de risas y lloros.

Luisgé Martín, reconocido novelista español, nos hace repensar muchas ideas, y le da la vuelta a todas las creencias que mantenemos para sobrevivir, incluso las que se contradicen con su propia condición de escritor. Por ejemplo, al comienzo ya de del libro se nos dice que “para sobrevivir es necesario el engaño” y que por eso leemos y vemos una película que sabemos que es mentira pero asimilamos el mundo que se nos plantea en ella. Pues bien, concluye Luisgé, es ese mismo mecanismo el que empleamos para poder vivir sin enloquecer, cuando sabemos que no viviremos eternamente pero aún así “vivimos como si todo lo que hacemos fuera necesario o fascinante, como si visitar un país lejano, fornicar con alguien o escribir un libro nos conectara con la eternidad”.

En ese engaño permanente y consentido que es nuestra vida, se incrementa cada día más esa sensación de que las personas no debemos sentirnos mal, sino que siempre habemos de luchar hacia adelante. Detrás de esta idea se esconden frases repetidas infinitamente, como “yo no veo esa peli porque trata sobre el cáncer y a mí ya me llega con el sufrimiento de mi vida”, o esa otra de “ya bastante tengo con mi día a día como para leer libros que me hagan comerme la cabeza”. Pues mirad, aunque no queramos, si algo existe de positivo en la vida humana, es precisamente la capacidad para pensar y el derecho que tenemos a sentirnos tristes cuando nos dé la gana sin que por eso seamos considerados unos amargados a ojos de la sociedad.

Estamos delante de un libro que nos daría para reflexionar muchísimo, con grandes debates y con un conocimiento impresionante de la historia, todo ello aderezado con dosis de humor y sarcasmo. Al terminar de leerlo, una se queda tocada por dentro, pero también se hace infinitas preguntas, sobre todo relacionadas con el camino por el que seguirá la vida humana.

“Ese sería el objetivo ilusorio: crear la Constitución de un mundo feliz. Amarrar con ella a todos los Ulises que hay en el barco y resistir así, forzadamente, los cantos de sirena dolorosos […] Modificar aquellos componentes para hacer de la felicidad no un derecho, como estableció por primera vez la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos, sino una obligación”.

Ficha técnica

Título: El mundo feliz, una apología de la vida falsa