A lo largo del tiempo, las mujeres también hicieron cosas maravillosas, como los hombres, aunque muchas de sus hazañas y aventuras no han llegado a nuestros días. Conscientes de que para lograr la igualdad, es necesario dar a conocer lo que aportaron al mundo tanto hombres como mujeres, están surgiendo iniciativas editoriales que tienen como máxima esa idea: que el silencio deje de pesar como una losa sobre las mujeres. Y si a eso le sumamos los Polos y el viaje, el resultado es Todos los caminos llevan a los polos, escrito por la alicantina Ana Alemany, una mujer que estudió Derecho en la Facultad de Valencia y completó sus estudios con un MBA en la Escuela de Negocios de Madrid, aunque la escritura y la lectura han sido la piedra angular de su vida. En 2015 coordinó la publicación del libro Todos los caminos llevan a India y más adelante nos sorprenderá con uno sobre las mujeres árabes.
Pregunta (P): ¿Cómo ha resultado la labor de escritura de Todos los caminos llevan a los polos?
¿Sinceramente? ¡¡¡Maravilloso!!! Ha sido un auténtico reto para mí, porque es mi primer libro publicado. Pero es que además, el tema era difícil. Yo no sabía apenas nada del Ártico o de la Antártida, así que ha sido un reto por partida doble. Me ha encantado. He disfrutado como una enana buceando en Internet, leyendo libros, buscando noticias en hemerotecas, adentrándome en blogs y páginas webs chulísimas que poco a poco me iban convirtiendo en una auténtica «poloadicta». Además, me ha devuelto la confianza en el ser humano. Porque el ser humano no es solo del que hablan en los telediarios… ¡que va! Ese es… pero luego hay muuuucha más gente que es buena, amable, considerada. Me ha sorprendido la accesibilidad de todas las protagonistas. Como han aceptado participar en el proyecto de forma desinteresada casi al instante y las facilidades que me han dado para todo: información, preguntas, material fotográfico, anécdotas, contactos… creo que he sentido en mi piel esa «enfermedad» que es el síndrome antártico.
(P): ¿De dónde parte la idea de escribir un libro que recopilase las experiencias de mujeres en los polos?
La idea surgió como ocurren los grandes acontecimientos en tu vida: ¡por casualidad! Estábamos el equipo de Casiopea reunido y comentando lo estupendo que había sido todo lo relacionado con el libro Todos los caminos llevan a India, cuando empezamos a lanzar ideas sobre el siguiente título de la Colección Caminos. Que si un sitio cálido… que si ahora algo un poco diferente… vamos a dar un pequeño giro… Y entre muchas propuestas… Las zonas más frías del planeta, dijo alguien. Y otro, lo redondeó: «eso. ¿Qué tal los Polos?». Y así, ni más ni menos, surgió el germen del libro. De una reunión informal surgió una gran idea que se ha convertido en un libro con historias preciosas. Muy humanas.
(P): Aventura y mujeres son dos temas que pocas veces estuvieron unidos en la literatura, aunque hubo muchas que se atrevieron a cruzar mares igual que los hombres. ¿A qué crees que se debe esta ausencia?
Es un tema que siempre nos ha preocupado en Ediciones Casiopea, y por eso la temática que centra por completo nuestra línea editorial es, precisamente las mujeres y los viajes. Desde el divertido La vuelta al mundo de Lizzy Fogg, a la aventura de Cristina Espínola, que es la primera mujer en dar la vuelta al mundo sola en bicicleta y lo narra en Sola en bici o si nos remontamos a otras épocas, podemos citar a Clärenore Stinnes, una aventurera alemana que se atrevió a dar la vuelta al mundo en coche… ¡en 1927! Realmente no se a qué es debido esa ausencia, porque sus vidas son igual de interesantes que las de los hombres, pero desde Casiopea intentamos remediarlo, jeje.
(P): ¿Qué te han enseñado las mujeres de las que nos hablas?
Coraje, tesón, valentía, humildad, amabilidad y sobre todo… que se puede. Que si te propones algo con todas tus fuerzas, si crees en algo de verdad… se puede conseguir. Y que la vida hay veces que te da oportunidades que, aunque no te las esperes… no quiere decir que no te las merezcas… así que… hay que ir a por todas!
(P): Una vez conocidas todas estas historias, ¿serías capaz de adentrarte en la Antártida?
¡¡¡Ya lo creo!!! Pero además… así, con 3 signos de exclamación… como poco. Me encantaría poder estar ocupada meses preparando un viaje así, cruzar el temido estrecho de Drake y ver a los tres océanos enfurecidos peleándose entre sí mientras cubren una y otra vez con sus olas la cubierta del barco. ¡Y María demostrando su temple a los mandos del Sarmiento! Me gustaría poder contemplar esa naturaleza tan salvaje en su estado más puro. Sentir el frío en el pequeño trozo de piel que me quedara al aire, sin cubrir. Y, sobre todo… poder escuchar ese silencio ensordecedor. ¡Eso es lo que más me gustaría! Ese absoluto vacío de sonido… de repente interrumpido por el estruendo de un iceberg al partirse. Pero… aunque me ofrecieran ese viaje, aunque me surgiese la posibilidad de cumplir ese sueño de pisar la Antártida, no sé si lo realizaría, porque, como dice Uxua López, yo también creo que es necesario un motivo loable para justificar la huella ecológica que deja el ser humano en un ecosistema tan delicado como ese. Y no sé si el mero hecho de haber escrito un libro acerca de mujeres que hayan estado allí lo justifica.
(P): Además de contarnos las experiencias de muchas mujeres en los polos, reflexionas también sobre la vida misma. ¿A qué te han inspirado estas historias?
La vida normalmente no sigue el curso que tú te puedas haber imaginado. Y mientras estaba inmersa en el proceso de documentación, investigación y toma de contacto con las protagonistas, mi padre, con el que mantenía una relación muy estrecha, era convaleciente de una larga enfermedad y estaba llegando a su fin. Me he pasado horas a su lado, hablándole del proyecto y leyendo los capítulos que iba escribiendo sobre cada protagonista. Él asentía, y al acabar, siempre me decía: «Precioso. ¡Ojalá dure para verlo acabado!» Pero me lo decía con ilusión, no con tristeza. Jamás le oí quejarse. No duró. Murió en marzo y el libro vio la luz en mayo. Pero su espíritu luchador, amable y valiente es el que he visto en todas las protagonistas. Tal vez por eso, cuando llegó su hora de partir, no opuso resistencia y con ello me ayudó a lograr ese toque tan humano que desprende el libro.
(P): ¿Te han quedado muchas otras historias de mujeres en el tintero?
Pues la verdad es que sí. Hay una profesora canadiense, Maggie MacDonnell que ha recibido este año el Global Teacher Prize, equivalente al Nobel de los profesores, con una historia maravillosa detrás. Camina todos los días creo que son 50 kms diarios para dar clases a los inuits en un pueblecito del Ártico. Maggie insiste en que ella es la que más recibe de sus alumnos, porque al fin y al cabo, ella tan solo le enseña lo que está en los libros… pero son los inuits los que le muestran cómo ser persona. Como condición para recibir el premio (que consiste en un millón de dólares), debes permanecer en tu puesto al menos 5 años. También había otra mujer de Arabia Saudita, buceadora, Mariam Firdauis, que opina que las mujeres en su cultura se encuentran bajo mucha presión, y eso les lleva a tener una baja autoestima. Dice que, proviniendo de un clima tan cálido, bucear en el Ártico puede ayudar a creer en las habilidades personales de sus compatriotas. Una historia también maravillosa. Y podría continuar…
(P): A muchas las has conocido personalmente, ¿cómo fue el contacto previo a la escritura del libro?
Ha sido una parte muy divertida del proceso de elaboración del libro. Primero… indagar. Y una vez que tenía elaborada una lista… intentar ponerme en contacto con ellas. Con algunas fue muy sencillo… pero otras estaban ilocalizables… en la Antártida, o navegando, o de baja por maternidad, o de viaje en lugares remotos… La primera con la que me entrevisté fue con Cayetana Recio. Quedamos en la facultad de Telecomunicaciones y fue como… «ejem… ¿Cayetana?…». Nos metimos en una sala tranquila y le pedí permiso para grabar la conversación. Yo llevaba una serie de preguntas, pero conforme avanzaba la charla, me olvidé de la lista. ¡Fue fantástico! Cayetana transmite mucha pasión por su trabajo y, desde luego, cuando hablaba de la Antártida, le brillaban los ojos con ese brillo especial que tienen los que, como dice ella, han vivido el milagro de la Antártida. Un brillo que no se borra nunca. Algo similar me ocurrió con Mar Fernández, a la que pude localizar porque estaba de baja por maternidad en Madrid, ya que ella vive en Noruega. Vino con su bebé al que casi casi puso de nombre Nansen, por el famoso explorador. Ella me habló del Ártico, porque estuvo en el Polo Norte primero con Alemania y después con Noruega. Y me di cuenta que, aunque estaban en Polos distintos, la pasión por conservar esa naturaleza pura era la misma. ¡Con qué ahínco defendió Mar una necesaria revolución en nuestra manera actual de despilfarrar los medios naturales que dispone nuestro maltrecho planeta! Y ese brillo volvió a lucir en sus ojos, en sus palabras y en sus planes de futuro. Entonces caí rendida ante este proyecto. Sabía que iba a disfrutar como una chiquilla, pero también que iba a ser verdaderamente difícil lograr transmitir esa pasión de las protagonistas. Poner por escrito las palabras que ellas me contaban, que son muy diferentes al leerlas en un papel, sin gestos ni entonación. Pero intentando que signifiquen lo mismo. Y, ¿sabes?… creo que lo he conseguido.
(P): ¿Y la labor de documentación resultó muy difícil?
La verdad es que al principio sí. Mucho. No sabía exactamente cómo empezar. A mí me dijeron: «Los Polos. Vale. Ana, este libro lo escribes tú». Y ya está. Eso era fantástico, porque demostraba que Pilar, la creadora de Ediciones Casiopea tenía una confianza ciega en mí… pero también… ¡glup! No te lo vas a creer pero… jajaja… empecé poniendo en Google… polos… y me salía… Lacoste. Tuve que afinar un poco más. Al principio reuní mucha información acerca del Polo Norte, del Polo Sur, del Ártico, de la Antártida… ¿Sabías que el Ártico es un mar helado rodeado de tierra y la Antártida es todo lo contrario? Es un continente helado rodeado de agua. Curioso, ¿verdad? Creo que escribir este libro ha sido algo mágico. Reuniendo información, empezaron a salir nombres, organizaciones, blogs… y el CESIC… al que no puedo estar más agradecida. Me han abierto las puertas del Sarmiento de Gamboa, del Hespérides, de sus gentes, de las bases antárticas… con una amabilidad y una accesibilidad que me ha cautivado. Ahí empecé a desenredar la madeja y los nombres surgieron… no como por arte de magia, sino después de mucho trabajo. Pepita Castellví decía: «lo importante es creer en algo. El resto es solo trabajo». Y es cierto.
(P): Sé que te resultará difícil pero, si tuvieses que destacar una de las aventuras, ¿cuál sería y por qué?
Ufff… anda que no es difícil eso… Pues… creo que voy a mencionar a dos… Louise Arner Boyd, una pionera que en 1920, al quedar huérfana y sola en la vida, pero a su vez habiendo heredado una tremenda fortuna por sus ancestros mineros gracias a la fiebre del oro en California, se compró un coche y se dedicó a recorrer Estados Unidos cuando aún ni existían carreteras acondicionadas para ello. Bueno, pues esta dama, cuando descubrió en un viaje de placer el Ártico… quedó prendada para siempre. Realizó numerosas expediciones fletando incluso el mismo barco en el que viajó en otras ocasiones Roald Amundsen y llegó a conocer tan bien Groenlandia, que se le pidió que representara a varias sociedades científicas estadounidenses en conferencias internacionales europeas. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno estadounidense le pidió que no publicara el libro que se traía entre manos, porque toda la información de aquella zona se había vuelto de una importancia estratégica… y trabajó en asignaciones secretas (es decir… ¡hasta fue espía!) Fue una tipa curiosa. En Casiopea hemos sacado un libro sobre su vida muy interesante. Bueno… y la segunda que voy a mencionar es la doctora Jerri Nielsen, ya fallecida también. Esta doctora estadounidense se fue a la Base Amundsen-Scott durante un año para cuidar de la salud del personal de la base americana. Unos 8 meses iba a estar completamente incomunicada, porque las temperaturas fuera llegan a sobrepasar los 75 grados bajo cero, y la Base permanece completamente sellada al exterior. Nadie entra ni sale. Y, por supuesto, ni aterrizan ni despegan aviones. Pues estando en esa situación, la doctora se detectó un bulto en el pecho, se hizo ella misma una biopsia (adormeciendo la zona con un trozo de hielo… antártico, por supuesto), la analizó y, al resultar maligno, ella misma se trató con quimioterapia. Además… ¡sobrevivió! Se que todas son importantísimas y muy valerosas, pero Jerri… no sé… es mucha Jerri, ¿no? Estuvo en 2003 en Madrid, dando una charla. ¡Ojalá hubiera podido asistir!
(P): Ya coordinaste en 2015 otro proyecto que se tituló Todos los caminos llevan a la India. ¿Va a haber más libros de este estilo en el futuro?
Confiemos en que sí. Tenemos uno en marcha que versará sobre los Países Árabes, con historias verdaderamente impactantes.
(P): Actualmente están surgiendo muchísimas iniciativas que recuperan el papel de las mujeres en diversos sectores. ¿Cómo ves el panorama?
Esperanzador, muy esperanzador. Y no tanto por las mujeres que están alzando la voz para ser escuchadas, sino por los hombres que están a su lado, acompañándolas, apoyándolas y gritando a la vez. Ahora, lo importante es hacer las cosas bien, con serenidad y sin caer en falsos feminismos mal entendidos que tanto daño hacen.