Un día, durante mis estudios de la carrera de periodismo, recuerdo un profesor que nos recomendó la lectura atenta de un artículo titulado “Tres tazas de té”, autoría de una Leila Guerriero que muchos todavía no conocíamos. Tras rematarlo, nos dimos cuenta de que en él se unían periodismo y literatura, idea que me llevó a leer de lleno el libro de Leila Frutos extraños, que es una oda a las historias bien contadas. Precisamente esta periodista argentina fue la encargada, junto a Darío Jaramillo (Colombia) y Carmen Boullosa (México) de seleccionar los relatos que formarían parte de Bogotá 39. Nuevas voces de ficción latinoamericanas, un libro complejo y para leer con calma.
Baste decir que la selección recoge relatos ex profeso pero también otros de diversas antologías, o incluso comienzos de novelas ya publicadas de autores y autoras de los diversos países de esa Latinoamérica todavía tan desconocida. Eso sí, bajo una peculiaridad: todos ellos son menores de 40 años.
Respectando sus divergencias, que son muchas, a lo largo de la lectura he observado trazos comunes entre los relatos. Sobre decir que en casi todos ellos la descripción literaria está muy presente, en una clara oda al lenguaje y al estilo, y los aspectos cotidianos de la vida adquieren un protagonismo vital. La sombra de los grandes como García Márquez o Rulfo pululan por aquí, aunque sin olvidar el propio compromiso social, lo que ya vemos de forma muy evidente en el tercer relato, de Natalia Borges Polesso (Brasil, 1981), en el que encontramos una frase muy impactante:
“Se preguntó, atontada, cómo la vida había llegado hasta ese punto. La explicación era simple: tenía hambre”.
Después hay otros en los que la magia y la ilusión por un mundo mejor son los temas principales bajo los que se teje toda la trama, caso del fragmento de la novela Un mundo huérfano, del colombiano Guisseppe Caputo. En adelante se irán combinando estas dos tendencias: la realidad más cruel con el mundo más onírico en el que se pasean los personajes.
Estos relatos se recrean como un homenaje evidente a la fuerza de la palabra, la cual no debería tener barreras. Sobre ellas habla Liliana Colanzi, en Chaco:
“Decía mi abuelo que cada palabra tiene su dueño y que una palabra justa hace temblar la tierra. La palabra es un rayo, un tigre, un vendaval, decía el viejo mirándome con rabia mientras se servía alcohol de farmacia, pero ay del que usa la palabra a la ligera. ¿Sabés qué pasa con los mentirosos?, decía. Yo quería olvidarme del abuelo mirando por la ventana a los suchas que daban vueltas en el inmundo cielo. O le subía el volumen a la tele. La señal llegaba con interferencia, una explosión de puntitos. A veces eso era todo lo que veíamos en la tele: puntitos. ¿Sabés lo que le pasa al que miente?, insistía el abuelo, esquelético, amenazándome con el bastón: la palabra lo abandona, y al que se queda vacío cualquiera lo puede matar”.
Así que, ya sabéis, si queréis conocer un poquito más de cerca lo que se está haciendo en Lationoamérica, este es vuestro libro, un libro para disfrutar con calma y reflexionar sobre los grandes temas de la humanidad (el amor, el duelo por la muerte de un ser querido, el sufrimiento…) y para recuperar el valor de la palabra.
Ficha técnica
Título: Nuevas voces de ficción latinoamericanas
VVAA
Editorial: Galaxia Gutenberg
Año de publicación: 2018
Número de páginas: 256