Hablar de Miriam Beizana Vigo es hablar intrínsecamente de Marafariña, un espacio mítico tan bien esbozado y trazado que nos lleva a querer trasladarnos inmediatamente a él. Esta autora tan joven vio desde siempre la literatura como una vía de escape y un mecanismo para lograr y soñar con la libertad que le era vetada. Se suele decir que no se puede hablar mejor que de aquello que se conoce, y por eso no es extraño que las historias de Miriam nos conquisten, con su alma, sus personajes plagados de nostalgia y los espacios tan cuidados que semejan una persona más. Marafariña es tan importante en su literatura intimista que la primera novela lleva precisamente ese título, y Fontiña es el nombre que se le da al café que aparece en Todas las horas mueren, en la que se plantea un curioso juego metaliterario. Sus espacios, al igual que sus historias y sus personajes, beben de los recovecos de las tierras gallegas y de muchas de las experiencias y obsesiones propias: el amor, la soledad, la muerte, la libertad, abren continuas reflexiones en las historias de Miriam.
Pregunta (P): En tus libros la ambientación está muy cuidada, es como un personaje más, ¿de dónde sale Marafariña y Fontiña?
Aunque hoy en día parece que las descripciones se han subestimado. Digamos que se prefiere lo ágil, lo rápido, a lo más lento y denso. Pero a mí, como lectora, siempre me han fascinado las páginas y páginas repletas textos hermosos que nos cuentan cómo es algo.
En el caso de Marafariña y Fontiña, creo que era fundamental que el lector pudiera ver lo que yo misma veía. Algunas críticas han señalado que tal asunto es negativo, pues deja poco a la imaginación. Pero, en este caso, me he permitido ser egoísta y no permitir que fueran los demás quiénes se visualizasen estos lugares a su antojo.
Ambos lugares salen de mi absoluto amor por mi tierra, por Galicia, por sus rincones irrepetibles. Y aunque es cierto que la suerte puede llevar a que aparezca una espesura como Marafariña en otra parte; o un Café como el de Fontiña muy lejos del Norte, lo cierto es que es aquí en el fin del mundo dónde más abundan estos pequeños paraísos.
(P): La muerte y el paso del tiempo son tus obsesiones, ¿qué suponen estas dos ideas en tu vida?
Creo que encontrar el sentido de la vida radica, precisamente, en comprender y asumir la finitud de la misma y su fugacidad. Desde cría, siempre ha sido algo que me ha obsesionado demasiado (nada recomendable para una niña pequeña, desde luego). Necesitaba encontrar el motivo que le diera sentido a un “todo”. Este es el principal motivo por el que existe Todas las horas mueren: no deja de ser un ensayo acerca del paso del tiempo disfrazado de novela.
(P): El ser humano busca incesantemente la felicidad, y en esta tarea la libertad es el puntal básico. En este sentido, pareciera que tus personajes viven continuamente atrapados y pujan por salir y lograr ser libres, ¿has tenido que librar esta lucha a lo largo de tu vida?
En mayor o menos medida, todos conocemos lo que es la represión y la falta de libertad. En mi caso personal, lo he vivido muy de cerca, más de lo que me hubiera gustado. Es algo horrible el privarte a ti misma de lo que nace dentro de ti, pues este encarcelamiento no siempre procede del exterior: si has aprendido a que te censures, tú también terminarás haciéndote.
No puede haber terrorismo peor al individuo que hacerle creer que aquellos sentimientos que no puede controlar son malévolos, impuros o abominables. Es tan terrible cómo absurdo… ¡Pero cuánto daño ha causado lo absurdo en la historia!
Creo que en todos y cada uno de mis personajes se da esta lucha, como bien mencionas, por ser libres y dueños de sus vidas: Ruth y su lucha contra la religión, Olga no deja de enfrentarse a la pena amarga que no la deja despegar, Mario no deja de intentar mejorar su situación económica, Olivia no es capaz de dejar ir el pasado, Dorotea huye del maltrato de su padre… Es recurrente, sí.
(P): Marafariña es tu primera novela y en ella destaca la capacidad para sumergirte en la mente de los personajes, ¿cómo se consigue escribir sobre la intimidad de forma tan real?
El secreto de Marafariña radica en la cantidad de años que dediqué a su escritura. Prácticamente, crecí con ella, como si siempre hubiera estado dentro de mí esperando el momento justo para salir. La historia fue metamorfoseándose cómo mi propia vida, por eso conocía tan bien lo que sentían Olga y Ruth.
El intimismo es la faceta literaria con la que más cómoda me siento y las partes que más viva me hacen sentir como escritora. Cuando escribo, extrapolo de mi ser todos esos sentimientos (terribles y maravillosos) para plasmarlos de la mejor manera posible en el papel. Cuando nace, nace. Solo fluye del modo adecuado cuándo no me es necesario esforzarme.
(P): Has reconocido en alguna ocasión que Marafariña tiene concomitancias con la realidad y con tus propias vivencias. ¿Cómo sacas todo lo que llevas dentro para plasmarlo en el papel?
Si conseguí ser tan honesta y tan “valiente” a la hora de escribir Marafariña, fue porque lo hice sin pensar en la posibilidad de publicarla. Supongo que esa libertad de no ser juzgada me permitió disfrutar tanto de este proceso y llenarlo de todos mis demonios sin pudor ninguno. Alguien lo leería, sí. Pero no sabía cuándo y todavía faltaría mucho tiempo. Pero es curiosa la forma en la que el futuro se convierte en presente sin que nos demos cuenta (¡ah! ¡La fugacidad del tiempo!).
Además de una historia personal, también se trataba de la novela que a mí tanto me hubiera gustado leer. Creo que puede ayudar a muchas personas a encontrarse, sea cuál sea su situación. He pretendido remover conciencias, tirar cimientos y levantar unos nuevos.
(P): Olga y Ruth son protagonistas de un amor intenso, duro y por momentos imposible. ¿Crees que la literatura puede ayudar a visibilizar las relaciones homosexuales?
Por supuesto. De hecho, lleva muchísimo tiempo haciéndolo (mucho antes que en el cine). Lo que pasa es que en muchas de estas ocasiones, esta relación homosexual estaba encubierta o no se expresaba con total libertad.
En estos momentos, gracias a la autopublicación y a la literatura independiente, se está viviendo una absoluta explosión de literatura gay y lésbica. Sin embargo, he de decir que yo no creo que las novelas que se dirigen solo a un público. No, de esta forma no se consigue dar esa naturalidad y visibilidad tan necesarias. Hay que hacerlo con la normalización.
De hecho, creo que mis dos novelas no están encuadradas dentro de ningún público en concreto. Son abiertas, lo que me ha permitido hacerlas llegar a todo tipo de lectores de diferentes edades, países, creencias, sexos y circunstancias.
(P): Has comenzado a escribir siendo muy jovencita, ¿funciona la literatura como una vía de escape?
Sí, en efecto. Siempre he escrito, desde niña, porque era lo único que conseguía darme paz y hacerme feliz. Cuando viví los peores momentos de mi vida, en lugar de recurrir al llanto desmesurado o al hundimiento vital, buscaba mi cuaderno y mis historias. Aprendía de lo que vivía y hacía que mis personajes también aprendieran. Eso me ayudó a madurar deprisa.
En la actualidad, que mi presente es más alegre y calmado, sigo necesitando la literatura para darle sentido a lo que hago. Es mi catarsis diaria, no puede pasar un solo día sin que escriba o piense en escribir. Ocupa la totalidad de mi mente.
(P): En Marafariña logras explicar sin tapujos y de una forma muy veraz e intensa cómo funcionan ciertas comunidades religiosas, ¿te ha supuesto esta sinceridad algún problema?
Si te soy sincera, creí que me ocasionaría más problemas de los que en realidad he tenido. Mentiría si dejara que era algo que no me atemorizaba, dado que conozco cómo funcionan estos grupos de control masivo. Sin embargo, creo que cualquier crítica y cualquier análisis que puede contener la historia de Marafariña sobre las creencias religiosas se hace desde el autoconocimiento y el más absoluto respeto.
He recibido algún que otro mensaje y correo electrónico de la Organización para pretender desmentir algunas actitudes. También han intentado desacreditarme con opiniones destructivas a la obra. Pero lo diré siempre: lo bueno ha sido infinitamente superior a lo malo. El cariño y el apoyo que he recibido ha sido inmenso.
(P): Tus novelas y sus espacios curan, ¿eres de las que creen que la literatura tiene poderes curativos?
La literatura cura, siempre lo ha hecho. Por eso es tan eterna y por eso siempre quedarán personas que se refugien en leer. Un buen libro puede ser mucho más curativo que cualquier fármaco en determinados casos.
(P): Marafariña tendrá una segunda parte, ¿nos puedes adelantar alguna idea de lo que vamos a encontrar en ella?
¡La tendrá, sí! Me encuentro en el proceso puro y duro de escritura, así que los entresijos de su publicación los iré desvelando más adelante, cuando éstos se esclarezcan. Me anima mucho saber que hay lectores esperando por saber cómo termina la historia de Olga y Ruth.
He comentado hace unos días en mi página de Facebook que lo que sí puedo confirmar es que la portada volverá a ser obra de mi fotógrafa favorita, Elena del Palacio.
También… diré en primicia en esta entrevista un pequeño detalle: la novela no llevará por título Marafariña Libro Segundo… ¡Tendrá un nombre diferente! ¡Shh! ¡Pero hasta aquí puedo leer…!
(P): Todas las horas mueren, tu segunda novela, sirve como exploración sobre ciertos personajes ficticios que aparecían en Marafariña, ¿cómo se consigue este juego metaliterario?
Escribir, además de catártico e intenso tiene que ser divertido. Entremezclar una novela con la otra me ha resultado muy entretenido y creo que para el lector también lo es. Al fin y al cabo, una historia ha dado lugar a la otra y viceversa. Además, ambas novelas las escribí a la par, por lo que están estrechamente unidas.
(P): Marafariña es un espacio que se te cala en los huesos, que te enamora, que te hace sentir protegida y desprotegida a la vez. ¿Será cierto eso de que hay lugares que te persiguen hasta convertirse en una obsesión?
En el caso de Marafariña, sí que o podríamos definir cómo uno de esos lugares. Pero yo creo que, en realidad, que no importa dónde nos encontremos siempre y cuando nos sintamos cómodos y felices. Nuestra propia Marafariña puede estar en cualquier parte, si sabemos guardarla en nuestro corazón.
(P): “La sociedad necesita delimitar las maneras de amar para sentirse normal”. Son duras estas palabras que escribes en Marafariña, ¿realmente somos una sociedad tan cínica?
Considero que sí. Desde luego, no existe tanta aceptación como se pretende hacer creer. Tal y como se denuncia el machismo, la homofobia sigue siendo muy real y no sé si existirá un momento en el que desaparezca del todo.
Sin necesidad de sufrir un rechazo absoluto, en los pequeños gestos que podemos presenciar a nuestro alrededor es donde se puede experimentar ese cinismo que me comentas. Era algo de lo que quería dejar constancia en la novela: las etiquetas no solo las crea la religión, también existen en la vida en sociedad atea o agnóstica.
(P): Tus historias están a la altura de las mejores novelas. ¿Cómo te ves en el futuro?
En un futuro me veo escribiendo, escribiendo mejor y creciendo. Me encantaría tener la oportunidad de trabajar con una editorial en algún momento y así alcanzar un público mayor.
Lo que sí quiero seguir haciendo es explotando el género intimista, aunque saliéndome de los cánones autobiográficos.
(P): ¿Cuáles son tus autores/as y obras de referencia?
¡Me encanta que me hagan esta pregunta! Casi siempre contesto las mismas obras… Tomates Verdes Fritos de Fannie Flagg es probablemente la novela que más me ha marcado. También me ha influido mucho la larga lectura de La Rebelión de Atlas que está plagada de metáforas narrativas fascinante. Soy una fiel lectora de Virginia Woolf, adoro Nada de Carmen Laforet y admiro con toda mi alma a Rosa Montero y a Ana María Matute.
Voy a aprovechar también para citar a tres grandes autores independientes que también han me han marcado de manera significativa como escritora: María Fornet, Carol Munt y David Nel.
(P): Aparte de Marafariña 2, ¿estás inmersa en algún otro proyecto literario del que nos puedas hablar?
Lo cierto es que sí. Estoy escribiendo otra novela que se sale de todo lo que haya escrito hasta ahora, que roza lo experimental pero mantiene la esencia de lo que me gusta hacer. Poco más puedo decir, pero sí que puedo adelantar que yo siempre escribo para sacar de dentro aquello que me torturaba. En Marafariña fue la religión; en Todas las horas mueren el tiempo. Ahora le toca el turno a la obsesión por escribir.