
«Hubo un tiempo en que había cazadores profesionales de locos. Iban por las aldeas remotas y los barrios pobres, en los carromatos cerrados como jaulas, en busca de candidatos. La Iglesia había creado el hospital junto con las familias pudientes. Y la administración cobraba de las diputaciones por número de internos. Cuántos más locos, mejor».
Vuelvo a Manuel Rivas, y una vez más me quedo en su universo mágico, en la capacidad de su pluma para evocar asuntos duros de la vida humana con una delicadeza que pocos escritores manejan. Todo es silencio nos habla del narcotráfico en Noitía, un pueblo costero imaginario que podría ser muchos de Galicia, y en el que los personajes se limitan a intentar sobrevivir. En toda la literatura de Rivas, y especialmente en esta novela, destaca la profundidad de los personajes. Aquí tenemos a Brinco, Leda y Fins, quienes deberán aprender a crecer en un mundo hostil donde domina el poder oculto, donde la mejor fórmula para sobrevivir es aprender a callar, tal y como ya se advierte en la primera línea de la historia, que comienza en los albores de la posguerra y desemboca en el presente.
Aunque se trata de una novela, lo cierto es que se ven todos los entresijos del narcotráfico gallego, que tan bien nos presenta Nacho Carretero en Fariña (Libros del KO), ya que se pone de manifiesto cómo todo empieza con el estraperlo, después continúa con el contrabando de determinados productos como el tabaco hasta llegar al mundo de la droga. Y en medio de todo ello, siempre hay ganadores y perdedores, lo que se ve en esta novela, en la que unos personajes optan por el camino más honesto, mientras otros se decantan por el más fácil y enriquecedor.
Mucho se ha hablado del narcotráfico en Galicia, y lo cierto es que este sistema triunfó en esta comunidad debido a muchos factores, pero uno de ellos fue el silencio de la mayor parte de la población, que preferían callar ante un mundo que se les venía encima, pero que era provechoso y traía más dinero del que pudieran imaginar nunca. El capo de turno se representa en esta novela con la figura del Tomás Brancana, alias El Mariscal, dueño de casi todo el pueblo, y símbolo de ese poder omnipresente de la cocaína y las demás drogas. Ese silencio de la población es el triunfo de estos gigantes.
También podréis leer las críticas de El lápiz del carpintero y O último día de Terranova.
Ficha técnica
Autor: Manuel Rivas
Editorial: Alfaguara
Año de publicación: 2010
Número de páginas: 256