Dicen que las mejores historias siempre dependen de cómo sean contadas. Y la capacidad del escritor para la exploración de un tema desde una perspectiva novedosa es lo que le otorga valía.
De esas historias me enamoro yo, de muchas, de las que cuentan mucho en lo aparentemente poco, de las que te trasladan a un espacio estando tan sólo en una habitación aislada. Esas novelas que te permiten volver a soñar, a explorar los sentimientos que un día fueron realmente vividos. El lápiz del carpintero (1998) de Manuel Rivas es una historia de amor en unos tiempos difíciles, aunque estos aparezcan en un segundo plano, como palabras malditas impronunciables: el golpe del 36. Esos tiempos difíciles no impiden que el autor y periodista gallego construya unas metáforas inexplicables, unas emociones amorosas dónde sólo parece habitar el odio y el olvido.
Un contexto dónde Galicia y sus lugares (en especial Santiago y sus calles) aportan verosimilitud al relato eminentemente descriptivo en cuanto a sentimientos y espacios se refiere. En este último aspecto es dónde se le nota la pluma periodística a Rivas. Apenas existe diferencia con los reportajes reunidos en El periodismo es un cuento (1997).
La rabia está ahí, en los corazones de las almas que pasaron sus vidas en tiempos que conviene no recordar, pero los recordamos, aunque sea en libros magistrales como estos, que te emocionan hasta la saciedad. Marisa Mallo y el doctor Da Barca viven una historia de amor dura, mientras Herbal los vigila, actuando como el testigo maldito, y el lápiz del carpintero es el objeto que liga todo de una forma homogénea. Son esos personajes pero pudieron ser otros. El periodo histórico de fondo está muy explotado en nuestra literatura, pero libros como éste lo hacen diferente. el destino atrapa a unos personajes como lo pudo hacer con otros. Sin distinción.
Una historia construida base de recuerdos. Pero resulta difícil de explicar, sólo lo entenderán los que entren en ella. Aunque, al fin y al cabo, este sentimiento es válido para muchos libros: la imposibilidad de explicar un argumento de manera coherente para los que no lo han leído. Y yo sólo puedo recomendar o transmitir unas emociones, lo que no llega a ser sino un intento fallido.
“He visto a un hombre y una mujer hacerse de todo, pero aquellos dos se bebían con los labios y con la lengua. Sorbían en las orejas, en el hueco de los ojos, cuello arriba desde los pechos. Estaban tan empapados que se debían de sentir desnudos. Se besaban como dos peces”.
Ficha técnica
Título: El lápiz del carpintero
Autor: Manuel Rivas
Editorial: Punto de Lectura (tapa blanda)
Año de publicación: 1998
Nº de páginas: 176