Entrevista Maia Losch: «Me interesan las guerras internas o externas a uno, la guerra de la vida cotidiana»

Maia Losch, autora de "Allí donde el viento espera"
Maia Losch, autora de «Allí donde el viento espera»

Maia Losch nace en Montevideo, Uruguay, en el año 1971. A los 25 años se traslada a Israel, donde reside actualmente con su marido y sus dos hijos. Realizó estudios en Letras y Antropología e incursionó en las artes plásticas. Allí donde el viento espera es su primera novela mas no su primera publicación. Algunos de sus poemas y cuentos han aparecido en diversas antologías y revistas, y ha participado en diversos concursos literarios, resultando ganadora del Concurso Internacional de Poesía Versos de la Torre del Reloj y finalista de Los cuerpos del deseo, entre otros.

Desde el año 2010 mantiene el blog literario Errante y Errata, y nos anuncia que en el correr de este año publicará un libro de cuentos.

Pregunta (P): ¿Quién está detrás de la Maia Losch escritora?

Una persona que busca responderse algunas preguntas que sabe que jamás se podrá responder, pero que disfruta planteándose ciertas cosas.

(P): Tienes el alma partida entre Uruguay e Israel, ¿defines tu literatura como de desarraigo?

En realidad, el tema de la nacionalidad no es un tema de mayor trascendencia en mi vida. Como dijo Bolaño, mi patria son mis hijos y mi biblioteca. Aunque él tenía un solo hijo, que yo sepa, así que soy un poco más afortunada. Nací en Uruguay porque la suerte lo quiso, conocí una cultura y gente maravillosa. Vivo en Israel por una especie de elección, aunque también la suerte tuvo mucho que ver. En todo caso, sí, mi literatura es de desarraigo, pero no en el sentido de patria sino más bien en un sentido más relacionado con la más profunda sensación de que al final siempre hay una parte de nosotros que no podemos compartir con nadie.

Onetti escribió en uno de sus libros, no recuerdo en cuál, una frase que utilizo como epígrafe de mi segunda novela -comenzada hace dos años y estancada por ahora- que dice: «Pero si uno pudiera mostrar el alma como quien desnuda un brazo…” y en ese sentido sí tengo cierto desarraigo.

(P): ¿Qué diferencias encuentras entre ambas identidades en el panorama literario?

No sé si comprendo bien la pregunta, pero te diría que al final en todas partes el hombre busca lo mismo. Los temas son, en apariencia, diferentes. En Israel se habla mucho de la guerra, del Holocausto judío, de la situación política. Pero también del amor, de la soledad, de la vejez, la enfermedad; igual que en Uruguay. Igual que en todas partes. También hubo una época en la que en Uruguay se escribía mucho de la época militar, pero ya menos. También la época militar fue una guerra. Todo país habla de sus traumas, escribe sobre ellos. Como los rusos escribieron mucho sobre la época de Stalin y los españoles del franquismo y en Colombia de Escobar y en República Dominicana de Trujillo y en Estados Unidos de Vietnam, para dar solo algunos ejemplos. Son traumas que uno exorciza a través de la escritura, de la música, de la cinematografía…del arte en general. Luego están las novelas más intimistas, que hablan de los temas del día a día. Guerras internas o externas a uno, la guerra de la vida cotidiana; como los sueños que no alcanzamos a cumplir o los amores pendientes. El ser humano se parece mucho en su identidad cuando lo conocemos en profundidad.

(P): ¿Qué ha supuesto para ti como escritora publicar tu primera obra, Allí donde el viento espera, en digital? ¿No eres una romántica del papel como eterno formato?

9caa2793658f3cc387f216157300b1ce_GenericNo soy una persona romántica. Soy bastante analítica. Creo que el libro digital tiene muchas cuestiones positivas, permite a gente de todas partes (o casi todas) llegar a libros a los que de otro modo no tendría acceso. Y como sus precios son más convenientes que los libros en papel, de alguna manera también creo que le hace justicia a la cultura y a las masas. Me ocurre lo mismo con el tema de la piratería. Como escritora desconocida me alegraría saber que muchos lectores han ¨pirateado” mi novela. Y si fuera muy conocida creo, quizá me equivoque, que no me molestaría tampoco que lo hicieran. Los autores que han llegado lejos hacen dinero no solo de sus libros sino también de conferencias y de sus cargos en Universidades. Cuanto un autor más se lea, de una u otra forma, se hace más conocido y eso solo le abre más posibilidades. No importa si es en papel o en digital. El hecho de que aún se considere al libro digital como de menor trascendencia es típica de las épocas intermedias, de etapas de cambios y reajustes. Ya todos acabaremos por acostumbrarnos.

(P): Rodea a tu novela un aire nostálgico, con ese pasado que siempre fue mejor, ¿tiene entonces la literatura ese don de unión entre almas desvalidas?

No siento que mi novela tenga como mensaje que todo tiempo pasado fue mejor. Al menos no lo sentí así mientras la escribía ni lo siento ahora. Pero ya sabes que cada lector tiene su propia lectura. Yo creo que, por el contrario, Rosa, la protagonista, solo encuentra mejorías con el paso de los años. La nostalgia que puede existir, tanto en la novela como en mí, radica más en lo que no se tuvo, en extrañar aquello que nunca fuimos pero que quizá aún podamos ser. Pero eso es todo. En cuanto a si la literatura tiene el don de unir almas desvalidas, no lo creo. Creo que lo que hace es abrazar nuestra fragilidad. Y no considero a la fragilidad una forma de incapacidad sino lo contrario, una fortaleza. Un ser frágil es más flexible y la flexibilidad en la vida es muy importante para la supervivencia, la adaptación y el bienestar. No me gustan las personas rígidas e inflexibles, las almas vacías de viento.

(P): En un mundo cada vez más inmediato y tecnológico, ¿qué futuro le queda a la literatura, caracterizada por el sosiego y el disfrute solitario?

Mucho futuro. Quizá ya no se lean libros de mil páginas, pero se sigue leyendo. Se leen cosas distintas. El ser humano para estar sano necesita de sus ratos de soledad y también de historias. No hay época en la que no se hayan contado cuentos, de uno u otro modo. El diario y las revistas amarillas nos cuentan cuentos. El chismerío es una forma del cuento. Y la literatura otro. Pero a todos nos agradan. Tiene una función tanto sicológica como sociológica. Esto no va a desaparecer jamás. Imagínate un mundo sin historias. Es como un mundo donde no exista la idea de dios. Imposible, más allá de si dios existe o no, su idea prevalecerá porque es una necesidad básica, como comer y dormir. No recuerdo quién dijo que nadie se ha ocupado tanto de la existencia o no de dios como los ateos. Hay cosas sin las que el ser humano no puede vivir. Y repito que los cuentos son imprescindibles. Así que la literatura no desaparecerá jamás. Puede cambiar su formato, la costumbre de la lectura, pero no la literatura.

(P): Todo cambia en un instante, nada permanece, ¿qué te lleva a ti a decidir escribir de un momento a otro?

Lo cierto es que hace tiempo que no estoy escribiendo porque mis tiempos se han vuelto tiránicos y disfruto más de la lectura que de la escritura. Y mis hijos necesitan ahora de mi atención. Pero siempre me estoy inventando historias que no siempre vuelco al papel, que me construyo mentalmente y allí quedan. Como confío en que la vida me dé la oportunidad de poder retomar, no me desespero. No podría decirte a ciencia cierta qué me lleva a mí a escribir. Ni siquiera puedo decirte que lo disfruto, a veces lo sufro. Pero cuando pueda, retomaré porque odio dejar las cosas por la mitad y aún tengo una segunda novela a medio camino.

(P): El pensamiento retroactivo, esa continua manía del ser humano de volver atrás, ¿eres de las que le pesa la vida y los recuerdos?

A veces la vida me pesa. Los recuerdos menos. Pero desde que soy madre mi vida ha cobrado una dimensión extraña, proporciones nuevas. Algunas cosas han dejado de interesarme y otras tienen un peso increíble. Recuerdo mucho más a mis abuelas, porque estuvieron muy presentes de algún modo durante mi infancia. Tengo más presente mi adolescencia porque tengo una hija adolescente y trato de comprender, de recordar, de tomar consciencia. La vida se ha vuelto más ligera con los años, en todo sentido. Me he vuelto más positiva, menos complicada. Cada año es bienvenido. No tengo problema ninguno en decir mi edad y agradezco todo lo que he aprendido a lo largo de estos cuarenta y cuatro años.  Soy, sin duda alguna, mucho más feliz ahora que a los veinte.

(P): ¿Se puede dejar lo que somos atrás e intentar ser alguien diferente?

Ser alguien diferente no y no se lo aconsejo a nadie. Creo que la sabiduría consiste en aceptar quienes somos y abrazar eso que somos. Claro que intentar superar los malos tragos y superarnos como personas no es mala idea, pero intentar ser alguien que no somos es una lucha perdida de antemano que solo traerá frustración y dolor. Aceptarnos, valorarnos, querernos, saber que no somos peores ni mejores que la mayoría de los mortales.

(P): En medio del maremágnum literario y de los cientos de libros que abarrotan las librerías y bibliotecas, ¿cómo defines tú la buena literatura?

No sabría decirte lo que es la buena literatura. Sé qué libros disfruto yo. Me gustan las novelas inteligentes e intimistas. Lo que más me atrapa es cuando los personajes están bien creados, cuando se me hacen tan reales que puedo casi oírlos respirar. No me gustan las historias que se detienen en describirme demasiado la escena o me intentan explicar lo que debo sentir. No me gustan los excesos de adjetivos tampoco ni las frases rimbombantes. Alcanzar la profundidad en la sencillez es algo difícil de conseguir y me resulta admirable.

(P): ¿Qué papel juegan las letras y las artes en general en medio de un mundo tan convulso como el de hoy?

Un papel fundamental, como siempre. ¿Por qué la gente insiste en creer que hoy no hay necesidad de arte o que no se aprecia? No entiendo mucho eso de que antes éramos todos más cultos o más profundos. Ahora no hay mucho tiempo. Pero antes ¿quién tenía tiempo? Las elites. La gente que tenía tiempo era la que tenía sirvientes. Luego estaban los sirvientes que tampoco tenían ni tiempo ni dinero. La gente viajaba menos porque eran pocos los que podían acceder a comprar un pasaje en avión. Mucha gente viaja especialmente en busca de “cultura”; de museos, espectáculos, obras de teatro… Pocos son los que están en París y no van al Louvre o a Amsterdam y no van al Rijksmuseum o al Vaticano y no van a ver la Capilla Sixtina, para nombrar solo algunos ejemplos. El mundo siempre fue convulso. El desafío de los que negocian con el arte está en aprender cómo llegar al público en cada época. Si ellos no saben llegar a la gente eso no significa que la gente no necesita del arte, sino que no se ha sabido construir el puente. Un grafiti puede ser una obra de arte. Un espectáculo callejero también. Un libro puede ser una gran obra o una bazofia. No sé si eso responde a tu pregunta.

(P): ¿Puede el escritor escapar del mundo que lo rodea y de sus problemas?

Definitivamente no, ni debe. Ahora, si te refieres al escapismo necesario para poder sentarse durante horas y escribir, eso depende de cada uno, en qué prefiera o pueda invertir su tiempo. Existen escritores que no pueden vivir sin escribir. Eso a mí no me ocurre. Yo lo que no puedo es vivir sin leer. E incluso cuando leo busco temas relacionados con el mundo que me rodea y los problemas que me atañen. Quizá, contradictoriamente, esa es mi forma de escapismo.

(P): ¿Eres de las que piensas que la mejor literatura sale del sufrimiento?

En absoluto. La mejor literatura sale de los mejores escritores. Que también tienen sus altos y bajos. He leído libros de un mismo autor, algunos me apasionan y otros no acabo de leer. Sigo considerándolos excelentes escritores. Sí creo que para escribir un buen libro hace falta una sensibilidad especial y que toda gran sensibilidad va acompañada de cierto sufrimiento. Esto no significa que todo escritor sea un ser depresivo o un gran hombre. Hay hombres que sufren por falta de poder y eso puede llegar a convertirlos en un gran escritor, pero dudo mucho que los convierta en un gran hombre. Uno puede sufrir por los motivos erróneos. Pero el sufrimiento no es una condición sine qua non para ser escritor, no lo creo.

(P): ¿Cuántas novelas plagan tus cajones? ¿Tienes en marcha alguna publicación futura tras Allí donde el viento espera?

En este momento tengo mi segunda novela sin acabar, dos libros de cuentos que debería organizar y un poemario que está en manos de mi agente literario. Nunca fui de escribir en abundancia. Corrijo muchísimo, escribo lento y no tengo un amplio vocabulario así que todo me lleva mucho tiempo, que es lo que me falta ahora. En cuanto a publicación, mi agente literario ha cerrado con una editorial la publicación de un libro de cuentos que se supone estaría saliendo al mercado en el correr del 2016. Ya iré avisando.

Escrito por

Graduada en periodismo y enamorada de la lectura y la cultura. Porque leer nos hace mejores personas.

2 comentarios sobre “Entrevista Maia Losch: «Me interesan las guerras internas o externas a uno, la guerra de la vida cotidiana»

  1. Como escritor, comparto por completo la visión acerca de la piratería. No se puede criminalizar las descargas en internet, compartir contenidos debe ser siempre legal. Desde luego que son las empresas y las Autoridades las que deben poner un marco a todo esto. Sucede con la música, que es objeto de una piratería mucho más atroz que con los libros, porque el papel sigue teniendo fervorosos seguidores, y aún así se reinventan y tratan de hacer lo que tienen que hacer, cantar. Con los escritores la cosa está mal, pero nunca en realidad ha estado bien. La escritura siempre estuvo mal pagada. Será ver cómo la cosa navega, aunque como dice la autora, es cuestión de que los escritores saquen rendimiento económico por otras vías, supongo.

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