El duelo por los hechos que marcan un pueblo no podrá lograrse si no recordamos todos o alguien nos hace que no olvidemos, que entendamos que los sucesos, aún los más macabros e inhumanos, no son menos aunque los metamos en el ataúd del olvido y los enterremos. A veces eso ayuda y es la solución fácil, pero no la más humana. Carlos Piera lo expresa de forma similar: «superar exige asumir, no pasar página o echar en el olvido», una cita que Alberto Méndez inserta al inicio e su primera novela Los girasoles ciegos (2oo4). Y es que precisamente por la capacidad de las palabras para sobrevivir al paso del tiempo por lo que se construye este libro de cuatro historias que se juntan en la casualidad más tierna. Pero el tiempo histórico no es ternura, ya que la Guerra Civil, como todos sabemos, dividió España en dos bandos que se oponían en ideas y hechos y que actuaron con odio infinito los unos con respecto a los otros.

Aquí encontramos al capitán Alegría, que se pasa al bando republicano el mismo día de la victoria nacional, un poeta huido al monte con su mujer embarazada de ocho meses que escribirá hasta el fin de sus días sin poder luchar, un preso de la cárcel de Porlier, que miente para vivir pero se da cuenta de que prefiere morir antes de que un verdugo salga indemne, y un diácono que se muestra arrepentido de su lascivia, la cual provoca una muerte. Historias que parten de la humanidad, de esos supervivientes que quisieron contar y no callar, no olvidar. Y el objetivo de Alberto Méndez no es otro que se partícipe de la restauración de la memoria histórica, para que los muertos de las cifras oficiales no sean un número más sino que gocen de esencia humana, de sentimientos, de alma.
«Yo no quiero que nuestros hijos tengan que matar o morir por lo que piensan».
El valor de esta literatura radica en su poesía, en seguir expresando mucho sobre un tema ya tan explotado literariamente. Una obra a la altura de La voz dormida de Dulce Chacón, Las trece rosas de Jesús Ferrero o Los Episodios de una guerra interminable de Almudena Grandes, ya que tienen como protagonistas todos ellos a gentes que no se rindieron y que tuvieron la desgracia de vivir ese tiempo de intolerancia, en el que era delito pensar de una determinada forma.
«El miedo, el frío, el hambre, la rabia y la soledad desalojan la ternura. Sólo regresa como un cuerno cuando olisquea el amor y la muerte».
La breve extensión es en este caso un aspecto negativo, ya que las historias quedan como cortadas, a expensas de ser continuadas o ampliadas.
Ficha técnica
Autor: Alberto Méndez
Editorial: Anagrama
Año de publicación: 2004
Número de páginas: 155