“Mi ocio ya no consiste en beber y salir, y no tengo hijos ni muchas responsabilidades, así que me dedico a hacer esto: visitar lugares remotos cada vez más al norte, seguir el mapa hasta el límite. Esta es la historia de lo que sucede cuando dejas el alcohol. Esta es la libertad que da estar sobrio”.
Y mi cabeza, al leer la cita anterior, hizo PUM. Esa libertad de la que habla Amy Liptrot en su libro En islas extremas estremece, quizás porque solamente podremos entender bien qué acontece con las adicciones si hemos pasado por ellas, o porque el mundo actual a menudo nos hace sentir la esclavitud. Aunque, ¿sabéis?, a veces las palabras logran describir un poco el miedo, el terror, el desasosiego, y esos momentos en los que crees que la tierra se escapa bajo los pies. Quizás eso me aconteció a mí al descubrir este libro que me acompañó en las últimas semanas como un bálsamo, una cura que me sanaba una herida que, al mismo tiempo, escocía. No podría describir mejor la sensación que dejan las buenas historias en mí.
En islas extremas se define como un libro poliédrico, en el que la autora emplea muchos géneros, como la crónica periodística, la biografía o el ensayo, para expresar ese camino que siguió la autora desde que un día decidió abandonar Londres y volver a Las Orcadas, esas islas donde había pasado la infancia en una granja y observando los continuos ataques psiquiátricos de su padre. Volviendo adelante y atrás, Liptrot nos va sumergiendo en este paisaje repleto de belleza natural, pero en el que faltan todavía muchos servicios.
La autora rebosa sinceridad, muchísima sinceridad, y se abre casi en canal para que el público lector conozca, desde lo íntimo, cómo es todo el proceso desde que reconoces ser alcohólica hasta que tomas las riendas de tu vida. Ahí en medio la naturaleza se erige como aire fresco, y nunca mejor dicho. Ella observa y participa de los acantilados en los que las olas del mar baten fuerte (en concomitancia con su propio interior), de las mañanas frías, de las tareas de la granja, y de los cambios diarios. Precisamente la autora tiene la capacidad de hablarnos de los altibajos de la vida a través de su parecido con los fenómenos naturales. Y es que un día puedes estar muy arriba y al día siguiente enfangado de barro. Todo esto se expresa con metáforas que hacen referencia a su adicción al alcohol y la curación en la naturaleza y la calma social.
Creo que el libro ayudará a muchísimas personas. Sus palabras nos ofrecen cobijo, y lo saboreamos lentamente para reclamar nuestro derecho a la felicidad. Un libro que nos reconcilia con el mundo, que nos ayuda a comprenderlo mejor y que reivindica la necesidad que tenemos como sociedad de pararnos un momento y observar detenidamente el espacio que habitamos.
Nosotros seguimos a la autora en su recuperación y, con ella, anhelamos el cambio, la curación, y anhelamos conocer esas islas en las que volvió a encontrarse consigo misma.
“Para combatir esta insatisfacción estoy practicando una forma de terapia personal basada en largas caminatas, nadar en el mar gélido y la lectura metódica de mis viejos diarios. Estoy aprendiendo a reconocer y saborear la libertad: la libertad de un lugar, la libertad de escapar de la compulsión nociva. Estoy llenando el vacío con conocimientos e instantes de belleza. Seguiré teniendo pensamientos peligrosos – y en estos momentos tengo la impresión de que se quedarán conmigo para siempre-, pero solo tengo que esperar a que el deseo pase rápidamente. No debo alimentarlo ni ayudarlo a crecer”.
Ficha técnica
Autora: Amy Liptrot
Traductora: María Fernández Ruiz
Editorial: Volcano
Año de publicación: 2017
Número de páginas: 262