“Y la otra tarde, Higinio Oyarzun, en la fiesta de Valentina, me descubrió un mundo, te lo aseguro, que no había acabado de contárselo y ya estaba con que papá podía quitarse la corbata negra puesto que España era de hecho una Monarquía, fíjate qué cosa tan rara y yo en la luna, palabra, que con tanto chico, ni tiempo de leer el periódico, tú lo sabes, y es lo que le dije, que pensé poner cuatro letras a papá, pero no, papá dijo bien claro que cuando esté el rey en Madrid, que es otra cosa. ¡Me encantaría ver a papá, fíjate, de repente, con corbata de color! No se parecerá, seguro, son tantos años. Eso es fidelidad a una idea, no me digas, y lo demás son bobadas, mira tú, con tu padre, ¿recuerdas?, buena prisa para quitarte el luto, es que te faltó tiempo, ¿eh?, y siquiera con tu padre, un amago, que con tu madre ni eso, que me avergüenza pensar que yo, que al fin y al cabo no era nada de ellos, año y medio y tú ni mención. Eres un caso, que contigo una no sabe si reír o llorar, al principio todo muy bien, pero en cuanto montaste una pierna sobre otra y te viste los calcetines y los zapatos, ¡válgame Dios!, ‘me entristece ver negras mis pantorrillas y ya tengo bastante tristeza dentro’. Y dicho y hecho, se acabó el luto. Los hombres sois unos casos, Mario”.
Fragmento de Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes.