Por David Gesteira Estévez
¿Quién no ha pecado alguna vez de supersticioso? Aunque parezca exagerado la gran mayoría hemos tenido momentos en nuestra vida en los que hemos creído o hecho cosas que no tenían ni una explicación lógica ni racional. Esto se debe a que la superstición siempre ha estado presente en la mentalidad del ser humano y en este libro, Sobre el granizo y los truenos, Agobardo de Lyon nos muestra cómo, a través de creencias nada fundamentadas y oídas de generación en generación, las personas de su tiempo tenían la certeza de que existían ciertos brujos llamados tempestarios capaces de atraer el granizo y arruinar la cosecha de la comunidad con solo conjurar unos salmos. Así pues, debemos deducir por sentido común que eso no eran más que pura superstición formada por la falta de una explicación racional y por ignorancia, pues la gente necesita justificar el porqué de algunas cosas que suceden en su vida, aunque sea de forma mágica y absurda en la actualidad.
Otro aspecto que me resulta francamente interesante es la otredad, la cual podemos definir como esa desconfianza de toda comunidad hacia un desconocido, a cualquier forastero o inmigrante. Esta cuestión no es solo algo del pasado, sino que se puede aplicar a cualquier periodo histórico, de ahí que este libro nos muestre esa parte no muy agradable del ser humano. Por eso, a los que llegaban de fuera se solían mirar con recelo y ante cualquier desgracia que perjudicase su vida diaria no dudaban en culparlos a ellos antes que, a nadie de la comunidad, solo por llegar después. Agobardo, en sus escritos, da a entender cómo la gente culpaba a los forasteros de que tenían el poder para atraer las tormentas. Aunque en este libro, se debe matizar que el obispo lionés no dice expresamente que los tempestarios fuesen extranjeros a la comunidad, pero si se lee entrelíneas algo se puede concluir de lo dicho. Así pues, hace clara referencia a una región desconocida llamada Magonia de la cual, las personas del pueblo piensan que proceden los brujos que atraen el granizo, otro tópico, que, desde mi perspectiva, abunda en los relatos o creencias del ser humano, pues la certidumbre de que existen otros mundos no es nada contemporáneo.
A. Jiménez Sánchez, el comentarista del libro, afirma que Agobardo de Lyon emplea la razón para convencer a sus feligreses de que esas creencias son pura superstición e ignorancia, pero desde mi punto de vista, aunque es verdad que le intenta dar lógica al proceso, peca también de irracional pues utiliza la Biblia para dar argumentos en contra de la existencia de los tempestarios, cuando esta no es una fuente directa de verdad comprobable como tampoco lo es la existencia de Dios, pues se sustenta en una fe que no se puede comprobar empíricamente. Eso sí, era de esperar tal razonamiento por parte de Agobardo de Lyon, pues es un obispo y estamos en la Alta Edad Media, y además no solo utiliza la Biblia, sino que también se digna a interrogar a gente del pueblo que ha dicho o reconocido saber de la existencia de esos brujos.
Una última objeción: este libro también nos deja un dato revelador con respecto a quiénes eran los brujos y cómo fueron evolucionando a lo largo de la historia. El obispo lionés habla siempre de que ese papel en ese momento lo ejercen los hombres, es decir, el peso de la nigromancia lo lleva el género masculino, pero conforme vamos avanzando hacia la Baja Edad Media y ya en la Edad Moderna, esa fama se traslada a las mujeres, siendo tachadas peyorativamente como brujas, hasta prácticamente la actualidad.
Para concluir, me quedo con unas aserciones que hace Agobardo durante la redacción de su escrito, que en cierta parte juegan en su contra: “la verdad tiene una esencia, o más bien la esencia está en la propia sustancia, puesto que subsiste; sin embargo, la mentira, dado que no tiene ninguna esencia, realmente no es nada, no subsiste (…) así pues, la mentira, como no es creadora, no es un ser supremo; como no es una criatura, no es un ser grande; como no tiene esencia alguna, no es nada” y como la Biblia no sabemos si es una mentira, una simple creación del hombre, no podría nadie, por lo tanto, afirmar la existencia o no existencia de algo que puede que no tenga esencia alguna y en consecuencia no sea nada.
Ficha técnica
Título: Sobre el granizo y los truenos
Autor: Agobardo de Lyon, con comentarios de Juan Antonio Jiménez Sánchez
Editorial: Siruela
Año de publicación: 2018
Número de páginas: 164