Hablar de Carmen Quinteiro es hablar de arte y, sobre todo, de sentimientos. Para esta poeta pontevedresa, mi autora adoptada, no existen límites entre la música, la pintura, la fotografía y las letras, pues todas ellas son disciplinas que nos hacen sentir, explorar nuestro cuerpo y mente y ayudarnos para sobrellevar nuestro día a día. Los que conocemos su poesía somos unos afortunados, pues nos ha dado la oportunidad de que sintamos con ella.
Dado lo mucho que me gusta la escritura de Carmen, ya sabéis que este 2017 es mi autora adoptada, por lo que estoy publicando una serie de entradas especiales relacionadas con ella y su obra publicada. Pero… quería haceros partícipes por primera vez, y de forma exclusiva, de algunos poemas eróticos que nuestra autora ha creado mientras se adentra en un curso de escritura erótica. Y es… Carmen es un no parar!
Al tiempo que me envía estos cuatro poemas que conformarán la entrada, me descubre también la fotografía a partir de la que crea sus versos en el curso. Pertenece a Helmut Newton y representa a una mujer desnuda viendo el discurrir de la vida tras una ventana. Sugerente, ¿verdad?

PRIMER POEMA:
Desnuda,
deshaciendo el aire,
de puntillas sobre hilo de
algodón.
Soy tantas veces
que ya he perdido la
cuenta.
Nómada robando desierto.
Tu boca suaviza la sed de
cualquiera.
Cálida y desnuda,
acaricias.
Desando siete pasos, tres
promesas.
Nacerás para morir,
dijeron.
SEGUNDO POEMA:
Frente a tu cadera
desnuda,
también la mía.
Un primer roce. Un
mirarse. Y una certeza.
Algo más cerca.
Apresas mi instinto. Yo, tu
boca.
Búsqueda,
sabor.
Definición de instante en
su versión más plena.
Ni un centímetro va a
quedarnos por visitar.
Que alguien cuelgue el
cartel de no molestar.
La pared será límite
y nuestro sudor, la estela.
Beberemos.
Y seremos sed
vértigo
sin tregua
hasta que por fin
nos leamos un final en los
labios.
TERCER POEMA:
Va en este verso mi aliento.
Te escribo un «rozarnos»
que prende en nosotros
y la ropa es batalla.Tus manos,mi urgencia
el deseo
que asciende
imparable.En un solo verso nos derrota.
Podría detenerme aquí,
pero escribo y en estas letras van mis ganas,
así que deja que siga;
pídele tú, si acaso, una tregua a mi deseo;
pero que sea
después
de haber descrito
«el baile lento de tu lengua
entre mis piernas
y una nueva derrota de los dos.