
Nacido en Barcelona en 1975 y doctorando en Filología Hispánica y docente en la Universidad de Sevilla hasta 2006, Jaime Covarsí Carbonero se inicia en la literatura con El Bastón de Avellano, una novela que se plantea como un juego metaliterario alrededor del Roman de Flamenca y que fue publicada el pasado 2015 por la Editorial Tau Editores. Su tesis doctoral consistió precisamente en el estudio y traducción de este tratado occitano medieval, con el que obtuvo el Premio Extraordinario de tesis doctoral de la Universidad de Sevilla.
En su haber cuenta también con numerosas publicaciones, colaboraciones y ponencias en el campo de la literatura medieval y renacentista. En el próximo mes publicará su nueva novela Confesiones del apócrifo Cervantes.
Jaime Covarsí nos habla de sus novelas, pero también de sus influencias a la hora de escribir y del estado actual de la educación.
Pregunta (P): El bastón de Avellano es tu primera novela, y en ella propones un juego metaliterario, en el que confundes al lector entre realidad y ficción dentro de la ficción, ¿cómo surge esta idea tan original?
Inicialmente surgió como un homenaje a un texto amoroso medieval, el Roman de Flamenca. En él nos encontramos con el típico triángulo. Me pareció interesante que este homenaje se dirigiera también al acto mismo de lectura de la obra, y de ahí nacieron los dos planos principales de la novela: el texto medieval, que es recibido en una editorial y debe ser leído, y los protagonistas, que van a leerlo para juzgar su idoneidad como publicación de la editora. Luego fue inevitable establecer correspondencias entre el “adentro” y el “afuera”, entre la literatura y la vida.
(P): Precisamente, tu tesis doctoral consistió en la traducción y estudio del tratado amoroso occitano medieval, el Roman de Flamenca, ¿qué supuso para ti esta experiencia, personal y profesionalmente?
La tesis doctoral siempre es un trabajo de culminación, por un lado, pues permite superar las condiciones en que quedas al final de los estudios universitarios; y, por otro, al mismo tiempo, es un proyecto de vida académica, define tus gustos y aspiraciones como lector profesional, si se me permite esta expresión. Es una tarjeta de visita académica, no cabe duda, pero principalmente, te obliga a madurar tus planteamientos literarios, la profundidad con que has de acercarte al texto. En mi caso, además, supuso la feliz oportunidad de trabajar codo con codo con mi maestro, D. Pedro Piñero, a quien va dedicada, ¡cómo no!, la novela.
(P): Repites incansablemente en la novela que “la literatura no puede trascender sin una referencia vital”, ¿todo es real entonces en El Bastón de Avellano o a qué te refieres con esa cita?
Es una buena pregunta. ¡Y profunda! En primer lugar, tendríamos que discutir la relación del término “real” con la ficción. ¿Es real lo que se cuenta en una novela? Es una cuestión difícil de dirimir. Ya el mismo Aristóteles discutió el asunto y distinguió entre “lo que puede ser” y “lo que es”, es decir, la Poesía y la Historia. Dicho de otro modo, lo que cuenta la Poesía (como Aristóteles conocía la “ficción”) está revestido de las condiciones de lo real. Dicho de otro modo: el lector debe reconocer el argumento como posible, salvo que hablemos de un género no realista, por supuesto. Solo si conseguimos que el lector se reconozca en cierto modo, podemos suscitar su interés. A eso es a lo que me refería exactamente. Te puedo poner un ejemplo: al comienzo del libro se describe un viaje en coche de uno de los protagonistas, Mario, y son muchos los lectores que han expresado su atracción por ese fragmento.
En segundo lugar, si te refieres a “real” como una experiencia personal que el autor disfraza detrás de los personajes, debo decir que no es necesariamente cierto. Aunque, de nuevo, es una cuestión escabrosa. Como escritor, ¿puedo escribir de algo que no conozca? Y ahora tocaría preguntarse: ¿lo que conozco se lo debo irremediablemente a lo que he vivido, a mi experiencia personal? Mi respuesta, basada en mi experiencia como novelista, es que no. Aunque muchos lectores me lo han preguntado, yo no soy Mario, ni Ricardo, ni Mar, nada de lo que a ellos les acontece tiene que haberme sucedido a mí personalmente.
(P): El libro aparte de muy literario es también un homenaje al amor y al romanticismo tal y como se concebía en la Edad Media, ¿cómo ha evolucionado este concepto hasta nuestros días?
Yo diría que cada época ha ido perfilando o afinando el concepto amoroso que llevamos a la práctica hoy en día. Eso significa también que se han ido transmitiendo y conservamos algunas pautas y conceptos medievales. La Edad Media se caracteriza por filtrar al mundo occidental la visión cristiana. Esa es una de las interpretaciones del amor cortés: el cortejo, que debía durar al menos un año; la rendición a la dama y su encumbramiento, en algunos casos, incluso endiosamiento; también la espera antes de conseguir el derecho (el famoso drutz al que aspiran los trovadores) para solazarse con la dama. ¿Nadie reconoce en este ritual pautas que se producen en el cortejo moderno?
Esto no significa que nos hayamos estancado aquí. La evolución social, sobre todo de la mujer, ha provocado que la praxis amorosa haya evolucionado. Quizá conserve alguna de sus formas, la parte ritual, digamos, pero probablemente ya no tenga el mismo significado, es decir: ante estas pautas cifradas un amante actual no sacaría las mismas conclusiones.
(P): Un triángulo amoroso es el de Flamenca, Guillem de Nevers y el señor Archimbaut, es el tema del Roman de Flamenca, presente en tu primera novela, ¿qué tiene en común con la historia de Abelardo y Heloísa, Jaufré Rudel o Tristán e Isolda?

Por lo pronto, la estructura amorosa, triangular, como es obvio. Hay que tener en cuenta que en una relación de esta naturaleza y bajo el concepto clásico, un triángulo amoroso es siempre una fuente de dolor. Este tipo de amor, al final, no beneficia a nadie, en parte porque es la expresión de una rebeldía. En el caso del Roman de Flamenca, es un rebeldía social femenina, un canto a la libertad; Abelardo y Heloísa representan una rebeldía teológica, la tensión entre el mundo laico y religioso; Jaufré Rudel, la rebeldía romántica, individual y espiritual; y Tristán e Isolda, por supuesto, la rebeldía amorosa, pues lo que viene a decirnos su historia es que el amor, cuando es verdadero, triunfa frente a las convenciones sociales. La pregunta que cabría hacerse, y para que el lector comprendiera la relación que se establece con el otro gran triángulo amoroso de la novela, el de los protagonistas modernos que leen el texto medieval, sería si su historia particular a tres bandas coincide con el planteamiento clásico. Responder a esta pregunta alumbraría el significado de la novela.
(P): Todo lo que somos hoy en día es fruto de nuestro pasado, una máxima que aplicas en tus historias, en las que los conflictos amorosos tienden a repetirse, ¿qué podríamos aprender de la Edad Media, por ejemplo, en nuestros días?
Me parece muy acertada esta pregunta, pues la novela es casi un bildungsroman coral. Lo que los personajes deben aprender, y que no hacen, está contenido de forma teórica en los textos que escribe Mario. Sin embargo, su experiencia, su vivencia del amor con Mar, es opuesta a sus elucubraciones literarias. Al final, la novela narra la historia de un desamor, cuyas causas, enfermizas, solo deben buscarse en el interior del hombre moderno, que ha banalizado las relaciones humanas.
(P): Tu historia rezuma amor por los libros de todos los tiempos. ¿ Nos podrías explicar el sentido de la frase con la que Elena Marqués define en el prólogo tu novela: “este libro es una enfermedad”?
Es una metáfora acertadísima de Elena. Como he dicho, se trata de una novela de desamor. Este es metafóricamente tratado como una enfermedad, por eso las imágenes morbosas recorren sus páginas: la descomposición de Jaufré Rudel, la castración de Abelardo, el pesimismo de Tristán… Se configura así un imaginario morboso que sostiene el sentido de la trama y que lucha con el idealismo conceptual de Mario, en quien se encarna esta batalla de la forma más cruenta.
(P): En El bastón de Avellano tratas también los entresijos del proceso editorial, ¿cómo ves el sistema de publicación en nuestros días? ¿Te ha resultado difícil sacar tu novela con Tau Editores?
Publicar hoy en día no es fácil. En cierto modo, creo que debe ser así, pues es inmensa la cantidad de libros que se publican y que, en gran número, tiene una valía dudosa. En este sentido, la labor del editor, ya que debe ser un catalizador. El problema es que quizá los criterios de elección de los textos publicados no están siempre comprometidos con la literatura de calidad. Se comprende que hablo de las imposiciones del mercado.
En mi caso, no resultó difícil publicar la novela, ya que Tau Editores se prestó enseguida, casi no me dio tiempo a reaccionar y con el tiempo tuve que rechazar otras editoriales que se interesaron por el libro. En este sentido, debo sentirme muy afortunado.
(P): ¿Cuáles son tus referentes literarios, cinematográficos, pictóricos?
Esta es una pregunta muy difícil de responder por su extensión, de modo que mencionaré un ejemplo de cada caso. Actualmente estoy trabajando en profundidad a Ricardo Piglia. Se trata de un autor que ha tratado mucho la influencia de los géneros de masas sobre la literatura moderno. Sin embargo, más allá de estas cuestiones formales, en sus novelas podemos encontrar la elaboración de un pensamiento filosófico y social sobre el hombre. Recomendaría al lector que no lo conozca La ciudad ausente.
Respecto a la pintura, quizá sea un poco más clásico. Mi pintor favorito es Rembrandt. Me encanta su paleta y su pincelada, además del juego de significaciones que presenta al público. Me gustan también esos autores que viven en las fronteras de las diferentes épocas o que ellos mismos establecen esas lindes históricas.
En el cine busco películas que procuren sugerir en lugar de mostrar explícitamente. Recuerdo la escena inicial de M, el vampiro de Düsseldorf, de Fritz Lang, cuando una secuencia frenética entre un reloj de pared y la visión de un descansillo sugiere perfectamente que un niño ha sido raptado. Me gusta el cine alternativo, no tan comercial. Una película actual que me impresionó por su capacidad de análisis psicológico fue Sueño de invierno, de Bilge Ceylan.
(P): ¿Tu experiencia como docente de universidad hasta el año 2006 te ha influido en los temas que tratas literariamente hablando?
Sin la más mínima duda, la novela pretende ser un homenaje de ficción al Roman de Flamenca, cuya traducción y estudio fue mi tesis doctoral. Sin embargo, debo decir que, más allá del bagaje cultural y literario que una dedicación docente universitaria te proporciona, la creación literaria se inscribe en una práctica diferente, casi diría que opuesta en algún sentido. No voy a decir que la escritura académica o científica esté reñida con la escritura de ficción, de hecho, hay bastantes escritores que son profesores universitarios, pero sí es cierto que la investigación resta muchas horas a la creatividad. Establece un desequilibrio difícil de resolver. Al menos, así ha sido para mí.
(P): Docencia y literatura son dos terrenos que van de la mano, ¿cuál crees que es el remedio para que los españoles, y la ciudadanía en general, leamos más? ¿Algo falla en el sistema educativo español?
En mi opinión, el problema principal de la educación es su politización. No sé si me atrevería a decir que sobran los políticos en la ideación de un plan educativo, pero lo que sí quiero afirmar es que falta una sincera voluntad humanística en su concepción. Esto es algo que la política actual no puede proporcionarnos. Quizá la ciudadanía debería preguntarse a quién beneficia que la lectura (literaria) no se imponga no solo como medio de conocimiento fundamental, sino también como medio creativo e incluso vital. Cuando seamos capaces de responder a esta cuestión, estaremos probablemente en condiciones de dar sentido al significado de la palabra educación.
(P): Próximamente saldrá a la luz tu novela Confesiones del apócrifo Cervantes, y según adelanta la sinopsis, de nuevo una obra de la literatura será el tema central de la novela, en este caso el Quijote apócrifo, ¿qué más nos puedes avanzar?
Se trata de una novela diferente. El origen de las Confesiones del apócrifo Cervantes se debe a las similitudes que encuentro entre la investigación policial y la investigación filológica; a cómo, a veces, el filólogo debe descubrir pistas entre las líneas de un texto para resolver algún enigma. En este caso, esas líneas alrededor de las cuales acaece la muerte de un catedrático de Literatura de los Siglos de Oro, son unas cartas manuscritas que resuelven uno de los misterios más cruciales de la literatura española y universal, la identidad de Avellaneda, el autor del Quijote apócrifo.
Muy buena entrevista y muy interesante 🙂
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Muy interesante esta entrevista. No conocía al autor y me parece que voy a tener que quedarme bien con su nombre.
Besotes!!!
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