Cuando Marguerite Duras nació en Indochina no sabía que esa infancia pasada iba a ser el caldo de muchas de sus historias. Pero lo que se conoce siempre actúa de modo inspirador, y en la literatura ocurre mucho. La vida personal es una musa muy aprovechable.
El Amante es un libro escrito en 1984 y que cuenta las experiencias de la autora con un amante chino a la edad de dieciséis años y aunque es muy autobiográfico, hay un cierto aquel de experimentación. Aunque con este libro ganase el Premio Goncourt, bien es cierto que el resultado es nimio si se compara con la reescritura que nace en El amante de la China del Norte de 1991. En este último consigue una emoción mayor que en la anterior, ya que conecta con el lector al recrear los escenarios y las músicas a manera de bandas sonoras en una película. Con razón, tiene reminiscencias de su relación con el cine. He aquí un ejemplo:
“Es un libro.
Es una película.
Es de noche.
La voz que habla aquí es, escrita, la del libro.
Voz ciega. Sin rostro.
Muy joven.
Silenciosa.”
Con un inicio así, el resto del libro no puede perder fuerza, y más bien gana en magia. La luz propia del amor descubierto, los placeres del cuerpo virgen en un primer momento, la sensación única de los primeros amores…
Un libro se mide por la capacidad de conectar, de que el lector entienda lo que se narre, que los ambientes sean parte de la misma historia y que las palabras tengan incluso más música que el texto. Ahí está la magia de estos libros. Desde el comienzo hay palabras y más palabras con una áurea de misterio y se va desvelando poco a poco entre líneas. No es un libro fácil, aunque la historia sea aparentemente simple. Lo verdaderamente complicado en la literatura está en hacer algo complejo de una historia simple y viceversa.
La temática es pues amorosa, aunque detrás se esconda mucho de la historia del país asiático en los años treinta, época en la que Duras vivió allí con su madre, y sus dos hermanos. Yo lo llamaría una novela de ese amor eterno que enamora. Me quedaría con que los amantes fueron capaces de recordarse por la eternidad, y rememorar esa palabra que sabe al AMOR, prohibido en sus extremos. Un amor con los sabores más imposibles.
Considerando que el segundo libro es el mejor, hay que decir que el escritor tiene la tentación de al final de su carrera corregir alguna de sus novelas. Lo extraño parece aquí que no sea la primera. Y como este año se cumplen cien años del nacimiento de la autora francesa, se hace necesario recordarla. Y como el mundo está plagado de bonitas casualidades, aquí os va otra.
Marguerite Duras fue una autora que vivió tiempos difíciles pero que se ha dedicado finalmente a escribir, como ya quería de pequeña, cuando conoció a su amante chino: y escribió su historia, el idilio de un año y medio, y la intensidad de una vida. Si alguien se anima, os recomiendo El amante de la china del Norte, pues gana en emoción y la construcción narrativa es mucho más cuidada.