Un libro y un árbol: la juventud

Lo que haces en tu infancia marcará paulatinamente tu ritmo en la vida, y la obligatoriedad de ciertos actos no engendra un hábito. Sí, hablamos de la lectura y de su pérdida de importancia en las sociedades actuales a favor de la información que pulula por Internet y que conlleva una lectura fragmentada de todo y de nada a la vez.

Ocurre a menudo que los padres y educadores no saben cómo fomentar que sus hijos lean más, cómo hacerles ver lo bueno de esa actividad que puede ser equiparable a jugar al fútbol o ver la tele. Y es que lejos de hacer interesante la lectura, a menudo se entra en terrenos escabrosos: obligar a leer ciertos libros. Y eso produce el efecto contrario.

Lo que tendría que ocurrir en un caso ideal sería dejar a los niños que se adentrasen por sí solos viendo a sus padres o a gente de su entorno que también lo hace como una actividad normal. Ejemplo o mímesis se llama, y eso los niños lo entienden a la perfección. Aunque , claro, es muy fácil decirlo y no tanto llevarlo a la práctica.

Dejando a un lado ese debate (que daría para mucho), en mi caso personal los libros comenzaron de manera irregular. No comencé leyendo a los grandes clásicos, sino esos libros dónde la historia evaporaba casi siempre el estilo. Ejemplos son la saga de «los cinco del misterio» o «los gemelos», y la colección de libros en gallego de Fóra de Xogo.   Esos libros vinieron a mi vida en una etapa tan clave como es la adolescencia, con sus complicaciones, sus amores y fracasos, y los primeros descubrimientos. Así las cosas, siempre conseguía escaparme a un prado y me cobijaba debajo de un árbol, en una especie de refugio al aire libre. Y leía y leía hasta dar con los misterios. Y poco a poco con los de la vida, aunque para eso faltaría mucho. ¡Qué incongruencias!

En esa época descubrí que hay que comenzar leyendo libros que «enganchen» para después ir accediendo poco a poco a otros libros de mayor exigencias, y con un estilo más depurado. En mi añorada adolescencia yo me identificaba con personas literarias que tuviesen los mismos problemas que yo, y lograba una empatía total. ¿Cómo no recordar a Sierra i Fabra y Campos de fresas o Noche de viernes? Los recuerdo con nostalgia, estos libros fueron de los tantos que me enseñaron a ver la literatura con una mirada esotérica.

leer bajo un arbolPor esos tiempos, me encantaba ir a la biblioteca que acababa de abrir en mi pueblo y coger montones de libros para ir alternando sus lecturas. Ana de las tejas verdes fue el primero de muchos de los pocos que existían en esa biblioteca. Me leí muchos, teniendo ya conciencia de que el estudio podía ser más fructífero si leías una novela u otros textos de manera crítica. Por aquéllas, yo sólo era una niña y aunque reconozco que los tiempos cambian, mis gustos no se han expandido tanto. Sigo siendo fiel a esa personalidad romántica que me define mis elecciones literarias desde niña.

La nostalgia es una constante en mi vida. Por muchas cosas no querría volver a ser niña, pero por muchas otras más lo volvería a ser. Hoy  siento añoranza, ternura e infinitud por esas tardes de sol debajo de un roble, sin más sonidos que el piar de los pájaros y las letras de mis historias. La palabra escrita tiene un efecto balsámico que sólo los buenos amantes pueden visionar. Y también es cierto que lo que haces en la infancia te marcará para siempre.

FELIZ DÍA DEL LIBRO

Escrito por

Graduada en periodismo y enamorada de la lectura y la cultura. Porque leer nos hace mejores personas.

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