Que no sé si la tristeza tiene una causa justificada, pero a menudo mis ojos se empañan con el mal tiempo, con el recuerdo de la infancia y por las tantas cosas que día a día ocurren sin poder hacer nada, sólo tener la tentación de plasmar todo en un papel, de que las grandes frases queden guardadas para que el paso del tiempo no nos las arrebate. Y en medio de las continuas tempestades, dicen que llega la calma, pero me declaro a pensar que, al igual que estas ciclogénesis explosivas que nos acucian, así mi corazón se comporta: como un niño caprichoso que quiere la felicidad pero no hace nada por alcanzarla. Perdonadme si soy ininteligible, ni yo misma me entiendo a veces entre tantas incoherencias que vivo, entre tantos hechos ilógicos que me hacen preguntarme si algún día el ser humano será eso o retrocederá al tiempo de las cavernas.