“En casa de sus padres, en la granja, Claire tenía ritos. Iba a la orilla del río, iba al bosque de Combres, iba al prado del Árbol para apoyarse en el haya mayúscula que permanecía plantada a través de las estaciones. El haya era vieja, ramosa, ruda de tronco. Ella se mantenía al lado de aquellas cosas de siempre, mudas y amplias, que guardaban trazas de ella y le hacían un hueco, un lugar para quedarse y esperar sin hablar”.
Me reconozco totalmente en la cita anterior, sacada del libro Los países de Marie-Hélène Lafon, publicado en España de la mano de la Editorial Minúscula, y donde se propone un alegato de la forma de vida rural, tantas veces denostada y que en la actualidad está siendo objeto de múltiples análisis ensayísticos y literarios. La oda a la naturaleza ha guiado el camino de los autores clásicos que, desde el comienzo de los tiempos, vieron en los campos y bosques una forma de sosiego y de vida calmada y tranquila.
Hoy, cuando vivimos hiperconectados y con la lengua fuera, surgen nuevas propuestas editoriales que nos invitan a volver a los orígenes, a esa infancia disfrutada en conjunción con la tierra y el frío de la noche. Y eso no debe cambiar por mucho que pasen los años, como le ocurre a Claire, la protagonista de este libro que deja su pueblo natal para estudiar en París. Y, aunque para crecer como persona se hace necesario explorar otros lugares, otros países, lo cierto es que la vuelta al lugar que te vio nacer siempre supone sentir tranquilidad.
Los países se podría definir como el recorrido de una chica que se convierte en mujer, que explora el despertar de la intelectualidad y que se debate a lo largo de su vida entre París y la granja de Cantal, donde se encuentran la mayor parte de sus recuerdos de niña. El libro recoge, pues, una serie de reflexiones, desordenadas como la vida misma, con las que todas las personas nos identificaremos, sobre todo en esa dualidad entre dos espacios que uno desea y que no puede tener a la vez: el campo, por su paz, y las ciudades, por las oportunidades que ofrecen de realizarse profesional e intelectualmente, sin olvidar el esfuerzo que requiere irse de casa y luchar por un sueño.
En definitiva, un libro con muchas capas de lectura, que requiere una concentración especial para atisbar entre los resquicios de las palabras y ver también, por ejemplo, ese cariz feminista que lo atraviesa.
“No tenían nada que decirse sobre el trabajo y muy poco sobre la vida en París; Claire tan solo podía confirmar a los suyos lo que ellos ya creían saber, que los parisinos van muy rápidos, todo el tiempo, siempre tienen prisa”.
Ficha técnica
Autora: Marie- Hélène Lafon
Traductor: Lluís Maria Todó
Editorial: Minúscula
Año de publicación: 2018
Número de páginas: 143
Tomo nota pero para más adelante, que ahora mismo no estoy para este tipo de lecturas que requieren tanta atención.
Besotes!!!
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Tengo 60 años. fuí devoradora de cuentos, novelitas, clasicos y todo papel esctito q pasaba ante mis ojos. Me he ido decantando con el tiempo por pocadvlecturas y muy escogidas excepto algún título aciago q cayó en mis manos. Tengo la librería en mi habitación y son mi compañia fiel. Mis hijos. Si los dejo queda el hueco huérfano hasta q no vuelven a casa y cada vez disfruto más releyendo aunque me siento colmada cuando descubre casi siemprepor casualidad o instinto alguna novela q me fagocita. Qué será de mis libros cuando ya no pueda repasar sus lomos y sus páginas?
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Gracias por tus palabras. Lo cierto es que yo soy joven y, aún así, me pregunto lo mismo. La lectura es vida en sí misma.
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