“Yo me pasé toda la noche despierta, como encendida. Anduve caminando. Por las piernas me corría un líquido, lo toqué. No era mío, él me lo había echado. Al amanecer me fui a dormir con mis cavilaciones. Cuando él me sintió entrar en la cama nomás estiró un brazo y me lo puso encima. Despertamos con los cuerpos trenzados.
– ¿Por qué no me enseñas?- le dije
– ¿A qué?
– Pues a sentir.
– Eso no se enseña, se aprende- contestó”.
Arráncame la vida, de Ángeles Mastretta, es una de las grandes novelas de la narrativa contemporánea en lengua castellana. En ella encontramos fragmentos y reflexiones como la anterior, tan dulces y tristes al mismo tiempo. Y es que lo que aquí nos va contando la autora mexicana es la evolución de Catalina, una niña que vive en el Estado de Puebla y que es obligada a casarse con el general Andrés Ascensio, candidato a gobernador, cuando ella tan solo cuenta quince años y no sabe todavía lo que es el amor, ni mucho menos el sexo. Precisamente, la novela destaca por la prosa tan cuidada con la que Mastretta describe ese crecimiento del personaje de Catalina, que pasa de ser una mujer sumisa a desear poco a poco la libertad y su derecho a hacer lo que quiera. No será un camino fácil, y en él experimentará deseos y contrariedades, a través de los cuales reflexionaremos sobre este tipo de relaciones por conveniencia en las que se anula completamente la forma de ser de las mujeres.
Estamos delante de una novela apasionante, y narrada con pequeños detalles tras los cuales tendremos que atisbar los cambios de la forma de ser y vivir de la protagonista. Aunque no estamos delante de una historia difícil, lo cierto es que tendremos que leer continuamente entre líneas para entender mejor la revolución interior y exterior de Cati, figura clave para comprender lo difícil de la situación de las mujeres en los primeros años del XX. Y, como no podría ser de otra forma, también encontramos aquí el desencanto de la madre hacia la maternidad y el reclamo a su espacio propio, esa “habitación propia” que decía Virginia Woolf. La pluma de Mastretta es tan maravillosa que nos comenta esto de una forma muy sutil y, por qué no, hasta mágica.
“Después de la tarde que vomité, resolví cerrar el capítulo del amor maternal. Se los dejé a Lucina. Que ella los bañara, los vistiera, oyera sus preguntas, los enseñara a rezar y a creer en algo, aunque fuera en la Virgen de Guadalupe. De un día para otro dejé de pasar las tardes con ellos, dejé de pensar en qué merendarían y en cómo entretenerlos […] Desde esa noche cerré mi puerta con llave”.
Mastretta aprovecha para poner el foco en otros asuntos como la corrupción, los asesinatos a causa del poder, el reparto de favores o la poca importancia que le prestan las instituciones a la cultura y al resguardo de la memoria histórica de un país. Prueba de ello es cuando la protagonista conoce las intenciones de un señor que le comenta que el archivo de la ciudad se pretendía vender a una fábrica de cartón: “Todo el archivo de la ciudad a tres centavos el kilo de papel”, comenta sorprendida.
En definitiva, un libro testigo de un país y de un momento, contado desde una óptica femenina. Porque, la Historia la hacen las personas anónimas, esas que sobreviven el día a día con sus pequeñas hazañas y un carro de fracasos tras de sí.
Ficha técnica
Autora: Ángeles Mastretta
Editorial: Booket
Año de publicación: 2004
Número de páginas: 240
Pero qué buena pinta! Y yo sin conocer esta novela!
Besotes!!!
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