Sí, es este un texto escrito en forma de alegato. Deberíamos de leer más, y deberíamos conocer más poesía. Y más en estos tiempos en los que el mundo vuelve a enfrascarse en viejas rencillas, y regresan esos odios que parecían ya superados.
La poesía es un arma, un instrumento que apela directamente a los corazones de las personas, que los descoloca de pleno, y que los hace saltar casi del pecho. Pero esta capacidad que los poetas siempre tuvieron a lo largo del tiempo semeja convertirse hoy en día en una incapacidad. ¿Acaso es peligrosa? Pues parece que sí, porque está prohibido sentir intensamente, ponernos melancólicos por unos hechos que nos tocan directamente la fibra. Aunque también acontece que aquí se da en oponer dos conceptos: la idea poética con la idea de lo romántico. Y por eso se nos obliga a ser cautos, a pensar con la mente, y con ese músculo llamado corazón.
Somos seres humanos, y es precisamente esa capacidad de sentir la que nos distingue de los animales o de los seres inanimados, aunque la globalización que se predica por todas las esquinas predique con una homogeneización de pareceres, y de formas de ser. Y en medio de esa humanidad igualitaria, también se camina hacia la creación de seres planos, por eso la poesía no es una buena elección.
Lo que vengo a decir aquí es que la poesía nos puede enseñar mucho de mundo, y no solo en el panorama amoroso, sino también como vehículo de crítica social y protesta ante determinados asuntos del mundo. Los versos se tornan también en una reivindicación constante y son una toma de posición, no podemos olvidar esto nunca.
Hoy, DÍA DE LA POESÍA, hago esta reflexión para el mundo y para mí misma, porque en este último año he leído más poemarios que nunca, he conocido a autores/as contemporáneos y clásicos, y he comprobado en ambos casos que la poesía tiene mucho que decir, y las mejores formas para hacerlo.