
A menudo se habla del universo creativo de los escritores, de esos asuntos y sentimientos a los que siempre acuden en sus libros. Y es que nadie puede escapar de su mente y corazón y de los lugares que empañan su existencia.
En medio de la tristeza del mundo japonés, Haruki Murakami se erige como el más conocido representante gracias al cual muchos nos adentramos en el mundo oriental.
Y ello es así debido a que construye en sus obras un universo difícil de imitar. Pueden parecer fantásticas, pero son demasiado realistas a la vez. La soledad, la nostalgia de los personajes y los ambientes oníricos dónde ocurren las casualidades más azarosas, hacen un arte sólo propio de personas solitarias. El creador viene a ser una figura solitaria y Murakami entraña fielmente esa personalidad; incluso se dice que es el escritor de los introvertidos.
En los libros de Murakami encontramos un Japón triste, desolado, dónde los personajes quedan atrapados por circunstancias maléficas, y la existencia es un pozo sin fondo dónde no hay más cobijo que las palabras.
Murakami tiene un universo mágico, es por eso por lo que sus palabras son balsámicas, aunque no pueda leer más de un libro suyo seguido debido a la profundidad que entraña en cuanto a asuntos sentimentales.
Para aquellos que deseen entender parte de este universo, a continuación dejo un compendio de citas sacadas de sus libros, en un afán de intentar atraer a personalidades afines:
Kafka en la orilla (2002):

«A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentando evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Tú vuelves a cambiar de dirección, como antes. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra con la Muerte antes del amanecer».
«La predestinación. Que ni siquiera las coas más triviales suceden por casualidad».
«Y es que hay obras que poseen cierto tipo de imperfección que cautiva el corazón de las personas justamente por eso, por ser imperfectas».
«Temes a la imaginación. Y a los sueños más aún. Temes a la responsabilidad que puede derivarse de ellos. Pero no puedes evitar dormir. Y si duermes, sueñas. Cuando estás despierto, puedes refrenar, más o menos, la imaginación. Pero los sueños no hay manera de controlarlos».
«Pero en la medida en que el tiempo exista, todo el mundo irá perdiéndose al fin, pasando a ser algo distinto. Antes o después».
«El puro presente no es sino el fugitivo progreso del pasado royendo el futuro. A decir verdad, toda percepción ya es memoria».
«Cada uno de nosotros sigue perdiendo algo muy preciado. Oportunidades importantes, posibilidades, sentimientos que no podrán recuperarse jamás. Esto es parte de lo que significa estar vivo».
La caza del carnero salvaje (1989):
«Podemos, si así lo deseamos, vagar sin rumbo por el inmenso océano del azar, justamente como las semillas aladas de ciertas plantas revolotean al impulso de la veleidosa brisa primaveral».
«Estaba preciosa, hasta el límite mismo de la irrealidad. Su belleza era superior a cuanto me había sido dado contemplar anteriormente ni había alcanzado jamás a imaginar. Era tan expansiva como la energía del cosmos, pero al mismo tiempo estaba tan contraída como si habitara en un glaciar».
«Mundo. Esta palabra siempre me hace pensar en un gigantesco disco sostenido animosamente por un elefante que va montado sobre una tortuga. El elefante es incapaz de comprender la ayuda que le presta la tortuga, la cual, por su parte, no se hace cargo del esfuerzo que tiene que hacer el elefante. Así pues, ni el elefante ni la tortuga llegan a saber nunca cómo es el mundo».
«Un olor que recordaba de mi infancia. El olor exhalado por muebles viejos u olvidados esteras. un olor a viejos tiempos».
«La música no sufre la erosión del tiempo tanto como las ideas».
Baila, baila, baila (2012):
«Tenía la baraja delante de mí. Podía escoger la carta que mejor me pareciera. Creía que con cualquiera me iría bien, y confiaba en mis posibilidades. Tanto que, al final no elegí ninguna».
«Entonces, ¿qué hago?
– Lo único que puedes hacer. Crecer.
– No quiero crecer.
– No hay más remedio. Todo el mundo crece, lo quiera o no. Todos nos hacemos mayores, y así nos enfrentamos a nuestros problemas. Lidiamos con ellos hasta que morimos. Siempre ha sido así y siempre lo será. No eres la única que tiene problemas».

Los años de peregrinación del chico sin color (2013):
«Aunque logres ocultar los recuerdos, o enterrarlos muy hondo, no puedes borrar la Historia».
«Lo celos son la prisión más desesperanzadora del mundo. Porque es una prisión en la que el preso se confina a sí mismo».
«En este mundo existen colores buenos, deseables, y colores que transmiten malas vibraciones. Colores alegres y colores tristes. Hay personas con un halo intenso y otras con un halo difuso».
«Vivimos en una época de apatía generalizada. Tenemos al alcance muchísima información sobre los demás. si uno se lo propone, puede obtenerla con facilidad. Sin embargo, realmente no sabemos nada de nadie».
«Los corazones humanos no se unen sólo mediante la armonía. Se unen más bien, herida con herida. Dolor con dolor. Fragilidad con fragilidad. No existe silencio sin un grito desgarrador, no existe perdón sin que se derrame sangre, no existe aceptación sin pasar por un intenso sentimiento de pérdida. Ésos son los cimientos de la verdadera armonía».
«Y los cuerpos, frágiles y vulnerables, están hechos para sangrar al cortarse».
Al sur de la frontera, al oeste del sol (1992):
«En este mundo hay cosas recuperables y otras que no. Y el paso del tiempo el algo definitivo. Una vez has llegado hasta aquí, ya no puedes retroceder».
«¿Por qué me miras tan fijamente?
– Porque eres bonita.
– Eres la primera persona que me lo dice.
– Es que soy el único que lo sabe».
«A veces pensaba que llorar me produciría alivio. Pero no sabía por qué llorar. No sabía por quién llorar. Era demasiado egoísta para llorar por los demás, demasiado viejo para llorar por mí».
Sputnik mi amor (1999):
«Lo que se debe hacer es soñar. Soñar y soñar. Entrar en el mundo de los sueños y no salir de él. Vivir allí eternamente».
«Estamos mirando la misma luna del mismo mundo. Estamos ligados a la realidad por una sola línea. Seguro. Sólo tengo que ir tirando de ella en silencio».
Tokio Blues (1987):

«Soy de ese tipo de personas que no acaba de comprender las cosas hasta que las pone por escrito».
«En este mundo hay a quien le gusta saber los horarios de transporte y se pasa el día comprobándolos. También hay quien hace barcos de un metro de largo encolando palillos. Por lo tanto, no es tan raro que haya por lo menos una persona que quiera entenderte, ¿no te parece?».
«Cuando alguien miente una vez, luego tiene que seguir mintiendo para encubrir esa primera mentira. A eso le llaman mitomanía».
«Así pues, no tenía este punto en común con los demás, y leía mis libros a solas y en silencio. Los releía y cerraba los ojos y me llenaban de su aroma. Sólo aspirando la fragancia de un libro, tocando sus páginas, me sentía feliz».
Después del terremoto (2002):
«Por muy lejos que uno vaya, jamás puede huir de sí mismo».
«El mundo es un abrigo enorme y tiene que tener bolsillos de diferentes formas».
«La ruedas dentadas de la vida giraban con un ruido seco, metálico, siempre hacia delante, sin una posible vuelta atrás».
(Las fechas de las obras coinciden con el año de traducción al español, por Tusquets Editores).
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