El beso del olvido

Hacía tiempo que no leía teatro, y me reestreno estos días con El beso del olvido, una historia de Botho Strauss traducida de la mano de Ediciones Irreverentes, que exige un fuerte compromiso del lector, de ese lector atento que tanto demandaba Cortázar.

Es necesario aclarar que Strauss (Naumburg, Alemania, 1944) es uno de los escritores esenciales de la actual cultura europea, teniendo su gran éxito como dramaturgo en 1977 con Trilogie des Wiedersehens. Entre sus obras editadas en España podemos destacar Trilogía del reencuentro; La noche con Alice, cuando Julia merodeaba por casa; Crítica teatral, las nuevas fronteras y El hombre joven. Además, empezó una tesis sobre Thomas Mann y su relación con el teatro, y nunca llegó a culminarla.

Aun así, su faceta como dramaturgo es harto extensa y esta fugaz obra de la que aquí hablo así lo demuestra. El beso del olvido se erige entonces como una de sus obras más comentadas, que cuenta los recuerdos de la joven Ricarda del amor vivido con el señor Jelke, el cual no deja de estar lleno de contrariedades. Así pues las escenas que se nos presentan nos demuestran que la memoria no es de fiar al cien por cien ya que sólo recuerda aquello que la hizo feliz. Por un lado están los momentos que se nos presentan del nacimiento y culminación de esta historia de amor y, por otro, la propia memoria de Ricarda que es ampliamente selectiva de los buenos momentos.

Por lo tanto, El beso del olvido resulta difícil de explicar en unas pocas palabras. Como dice en la propia contraportada del libro, «es un texto hermético, con brillantes momentos de humor, que trata el paso del tiempo y cómo nuestra memoria tiene una clara tendencia a deformar la realidad». Sin duda, todo eso tratado en apenas 77 páginas.

«Buenos días, Señor Jelke. Soy Ricarda, tu criatura. ¿Me oyes? ¿Qué tal estás? ¿Qué haces? Estás sentado en tu cama, ensimismado. Dime si mi voz te sigue penetrando tan profundamente».

Ficha técnica

Título: El beso del olvido